1 Samuel 17.25-51
En la vida de todos nosotros cada día se hace evidente que estamos en guerra. En una guerra a muerte. Nuestro enemigo es poderoso y bien organizado. Para nosotros sólo tiene un propósito: nuestra destrucción. Jesús nos advierte sobre ello cuando dice: El propósito del ladrón es robar, matar y destruir. Juan 10.10 Esto explica buena parte de nuestra vida y de nuestras pérdidas. Sobre todo de aquellas que no tienen una aparente explicación lógica ni sentido alguno. Son pérdidas complejas o compuestas pues no sólo destruyen o afectan alguna de las áreas de nuestra vida, sino que desencadenan una serie de circunstancias que, si no es por la gracia divina, pueden destruirnos.
En Efesios 6, el Apóstol Pablo nos recuerda: Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra
- gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible,
- contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y
- contra espíritus malignos de los lugares celestiales.
En este pasaje, el Apóstol establece dos extremos o realidades que se sobreponen mutuamente: seres de carne y hueso versus mundo espiritual. Con esto en mente, vayamos a la historia de David y Goliat.
Comentarios