Archive for the ‘Mente de Cristo’ category

Procuren estar despiertos

28 diciembre, 2014

Autor invitado, Víctor González

Marcos 13.33 BLPH

La Escatología –el estudio del final del mundo y las cosas-  es un tema que llama mucho la atención por su capacidad seductora de personas y masas por el tema que trata. No se da solo en la Religión, con montones de predicadores llamando al arrepentimiento antes de que llegue el fin, sino que también lo vemos en el cine o la seudo-ciencia, que no dejan de pensar en el fin del mundo, como lo de las “infalibles” profecías mayas del 2012.  A muchos cristianos, el tema les atrae por la incertidumbre de si “se van con Cristo o se quedan”, a otros porque buscan saber cómo al final resultaron ser las cosas sobre las que tanto se debatió, a otros porque finalmente esperan anhelantes el encuentro con Cristo y el deleitarse en presencia del Padre, y a otros porque desean más que nada en la vida, que todos aquellos que los oprimieron o rechazaron,  reciban la justa paga en el infierno eterno a su malvada manera de tratarlos.

Este capítulo del Evangelio de Marcos contiene muchos versículos generadores de interrogantes y polémica.  ¿Cuándo será el fin?, ¿Quiénes serán los falsos cristos? ¿Qué es de la abominación desoladora? ¿Deveras será antes de esta generación? ¿La mía, la de Jesucristo o cuál?    Sin embargo, no es difícil que una frase común en este capítulo de Marcos nos pase desapercibida, justo por ser tan repetitiva: “Manténganse despiertos” o “Estén alerta” (Biblia Versión Viviente)

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Sabiduría y Ciencia, Dones Trascendentes

25 septiembre, 2011

1Corintios 12.1-11

Como hemos dicho, los dones espirituales tienen una triple función: preventiva, capacitadora y correctiva. Consecuentemente, la relevancia de tales dones está determinada por el cómo contribuyen al bien de la Iglesia en cada una de dichas funciones.

Quizá el orden en que aparecen en las listas paulinas los diferentes dones espirituales sea un indicador de los que podemos considerar como los dones espirituales trascendentes. Es decir, los que son útiles tanto en la prevención de situaciones nocivas, la capacitación para la tarea integral de la Iglesia, así como la corrección de los errores y, sobre todo, las desviaciones en la enseñanza (doctrina), de Cristo. En la que sería la lista más elaborada, la de 1Co 12, el Apóstol empieza refiriéndose a la palabra de sabiduría, seguida de la palabra de ciencia.

Aunque algunos estudiosos pretenden que se trata de sinónimos, sabiduría y ciencia, son dos dones espirituales diferentes, aunque complementarios el uno del otro. Para Clemente de Alejandría, citado por William Barclay, la palabra de sabiduría es el conocimiento de las cosas humanas y divinas y de sus causas. Barclay propone que la palabra de ciencia, consiste en el conocimiento práctico que sabe cómo actuar en cada situación. Conviene considerar la conclusión que el mismo autor hace respecto de la interrelación existente entre ambos dones:

Las dos cosas son necesarias. La sabiduría que conoce por su comunión con Dios las cosas profundas acerca de él, y la ciencia que, en la vida y trabajo diario del mundo y de la Iglesia, puede poner en práctica esa sabiduría. (Barclay, W. 1973)

Así que se trata del conocimiento profundo de Dios: su carácter, su propósito y el cómo de su voluntad, llevado a la práctica en el aquí y ahora de la Iglesia. Conviene parafrasear al filósofo español José Ortega y Gasset y recordar que la Iglesia es ella y sus circunstancias. Ello porque la Iglesia es llamada a mantener su identidad y su fidelidad a Cristo bajo la presión que sus circunstancias (accidentes de tiempo, lugar, modo, etc., que está unido a la sustancia de algún hecho o dicho.), le ocasionan.

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Y no lo Deja dar Fruto

26 julio, 2011

Mateo 13.22

Las parábolas nos enseñan que siempre hay algo más en lo que vemos a simple vista. Nos dicen que en lo cotidiano se hace presente lo espiritual. Jesús también nos enseña que no cualquiera puede ver lo espiritual de las cosas. De ahí la exhortación de Jesús, en el sentido de que “los que tienen oídos, oigan”.

A todas luces, la tercera tierra mencionada por Jesús, representa a los creyentes. A aquellas personas en las que la Palabra ha impactado, penetrado y empezado a obrar. No se trata, entonces, de los neófitos, sino de aquellos que ya están en relación –arraigados- y que, por lo tanto, están ya en condiciones de dar fruto. Tienen, cuando menos, raíces suficientes, a diferencia de los del segundo grupo, que tienen raíces “de corta duración”. Llegados a este punto, es cuando debemos aplicar el principio: “los que tienen oídos, oigan”.

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