Efesios 4.12 TLDA
Las tinieblas no avanzan, la luz es la que retrocede.
Es un hecho que la iglesia cristiana es más conocida, se hace presente en más lugares, es tomada más en cuenta por gobiernos, empresas y la sociedad, pero, al mismo tiempo, es más y más irrelevante. Cada vez resulta menos importante e influye menos en la realidad social de la que participa. Ejemplo reciente es el silencio que la iglesia cristiana-evangélica ha guardado en la crisis que nuestro país vive en los años recientes. Ante el avance de la corrupción, generadora de la violencia; ante la injusticia que se traduce en la muerte de inocentes y el empobrecimiento de los mexicanos, la iglesia ha silenciado, de manera cobarde, su voz profética.
Jesús dijo que sus discípulos somos luz y sal. Es decir, que podemos y debemos ser guía y preservadores en un contexto de desequilibrio y confusión. Sin embargo, la iglesia en general ha sido permeada por los antivalores que imperan en nuestra sociedad y forma parte del problema antes que de la solución.
Pero, otra vez, estamos hablando acerca de los vicios ocultos. No del hecho de que al aislarse dentro de las paredes del templo la iglesia se vuelve intrascendente, cuestión que es pública y conocida por muchos. Se trata de la intrascendencia, de la pérdida de la importancia y sentido que el ser, la doctrina y la práctica de la iglesia tiene para sus propios miembros, en especial para sus miembros más jóvenes.
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