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Si no hay resurrección de los muertos…

5 abril, 2015

1 Corintios 15.12-14

El de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo es uno de los fundamentos de la locura de nuestra predicación. 1 Corintios 1.21 La traducción La Palabra reconoce que: Dios ha decidido salvar a los creyentes a través de un mensaje que parece absurdo. Y hemos de estar de acuerdo con el Apóstol y con cuántos hoy en día rechazan o encuentran difícil aceptar el hecho de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

De hecho, si Pablo tiene que ocuparse del asunto es porque, como él mismo hace referencia, algunos de los corintios decían que no habrá resurrección de los muertos. Consecuentemente, negaban el hecho de la resurrección del mismo Jesús. En el Siglo I, surgieron muchas y muy diversas explicaciones que intentaban demostrar la falsedad del mensaje cristiano respecto de la resurrección de su Señor. Como el evangelio mismo lo registra, ante la evidencia de la tumba vacía algunos aseguraron que los mismos discípulos habían robado el cuerpo de Jesús… aunque otros sospechosistas aseguraban que habían sido los enemigos de Jesús los que habrían privado a los creyentes de un objeto de culto. Otros más aseguraban que Jesús nunca fue humano y que, por lo tanto nunca tuvo un cuerpo físico. Decían que había sido una especie de fantasma o un espíritu visible –un holograma dirían hoy en día-, y que por eso tuvo la capacidad para aparecer en la habitación donde los discípulos se escondían, aun cuando las puertas estaban cerradas. Otros más decían que todo había sido un complot y que gracias a este los soldados romanos no le habían fracturado las piernas cuando colgaba de la cruz. Así, explicaban, puedo escapar por sus propios medios cuando volvió en sí, dado que se había desmayado por el intenso dolor sufrido.

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Porque el Señor lo Necesita

13 abril, 2014

Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.

Lucas 19.29-34

Muchos han especulado si Jesús y el dueño del asna y el borrico se habrían puesto de acuerdo para que, llegado el momento, los discípulos usaran las palabras clave para que Jesús pudiera usar los animales de aquel hombre. Prefiero creer que este conocía a Jesús, era su seguidor. Así que cuando los discípulos llegaron a él y le dijeron que el Señor necesitaba que le prestara sus animales, él simplemente se los prestó.

La lectura de la Biblia nos revela una cuestión sorprendente: Dios necesita. Sus necesidades se hacen evidentes para nosotros en el otro, en nuestro prójimo. Dado que Dios hace suyas las necesidades de aquellos a los que ama es que Dios necesita, es un ser con necesidades. Necesidades estas que, paradójicamente, requieren de la participación humana para ser satisfechas. Lo sobrenatural de la forma en que Dios resuelve tales necesidades es que generalmente se apoya en las personas de carne y hueso para hacerlo, y no recurre a su poder ni invoca la participación de los ángeles a su servicio.

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El Perdón, Testimonio del Amor

24 marzo, 2013

Efesios 4.32; Colosenses 3.13

Al inicio de la Semana Santa podemos cuestionarnos respecto de lo que la misma representa, significa, nos dice a cada uno de nosotros. Desde luego, más allá de los detalles cruentos a los que acostumbramos prestar atención, el hecho es que esta conmemoración hace evidente el amor incomparable de Dios por la humanidad, por nosotros. Pero, contra lo que podría suponerse, la expresión del amor no es ni la entrega, ni el sufrimiento de Cristo. Lo que hace evidente el amor de Dios es que, en Cristo, él ha dispuesto todo lo necesario para que nosotros alcancemos su perdón.

Sí, el resultado final de los acontecimientos de Semana Santa es que quienes hacemos nuestro el sacrificio de Jesucristo y nos identificamos con él en el bautismo, somos reconciliados con Dios y participamos de una relación de amor. Esto es posible porque Dios ha perdonado nuestros pecados y nos ha hecho hijos suyos. Sabemos que el amor de Dios le ha llevado a tomar la iniciativa en su acercamiento a nosotros. Pero, también sabemos que él ha hecho la provisión de los recursos necesarios para que su propósito pudiera cumplirse y, sabemos también, que Dios ha estado dispuesto a pagar grandes precios para estar en relación con nosotros.

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