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Si no hay más remedio, el divorcio, pero…

31 julio, 2016

Eclesiastés 3.1, 5-6

Propongo a ustedes que el divorcio es mucho más que el acto de autoridad que declara inexistente la relación matrimonial. Es un proceso que inicia mucho antes de llegar ante un juez y que después de tal coyuntura genera nuevas dinámicas relacionales que no se extinguen, ni siquiera, con la muerte de uno de los cónyuges o la de ambos. Las relaciones de pareja disfuncionales son un continuo, un quehacer que se extiende sin interrupción. Se pueden identificar sus efectos aun cuando no se puede identificar su origen ni, mucho menos, anticipar la complejidad de sus consecuencias. Por ello es que no hay dos divorcios iguales ni con las mismas consecuencias particulares. De ahí que, si bien todo divorcio es un fracaso, este resulta y se manifiesta de maneras únicas y peculiares.

Podemos, sin embargo, considerar que todo divorcio inicia con un distanciamiento de la pareja. Este separar puede resultar de un no asumir desde el inicio de la relación la condición singular de la misma, su unidad, que no pueden dividirse sin que su esencia se destruya o altere: Por esa razón el hombre deja a su papá y a su mamá, se une a su esposa y los dos se convierten en un solo ser. Génesis 2.24  La otra expresión del distanciamiento resulta del desafecto, es decir de la separación afectiva, emocional y moral de la pareja. El desafecto consiste tanto en dejar de estimar al otro como el incurrir en la malquerencia, la antipatía, del mismo.

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El divorcio, una concesión

23 agosto, 2015

Malaquías 2; Jeremías 3; Mateo 19

Serie de meditaciones pastoralesEl divorcio es una realidad cotidiana que hemos aprendido a ver con normalidad. El número creciente de parejas que se
divorcian, las facilidades legales para hacerlo y, sobre todo, la aceptación social del divorcio como un mal menor, explican tal normalidad. Sin embargo, es un hecho que cualquiera que ha experimentado los efectos del divorcio, de facto o de jure, sabe del desequilibrio, el dolor y las consecuencias en cadena que este representa. No hay divorcio que no sea un fracaso. No hay divorcio que sea sólo ganancias. De ahí la necesidad de acercarnos al tema procurando prevenir las causas que pueden provocar un divorcio y, ante la realidad del mismo, hacer lo que corresponde para paliar los efectos negativos del mismo sobre todos aquellos que lo sufren.

La Biblia hace una sorprendente declaración respecto de la posición de Dios ante el divorcio. Asegura que Dios lo odia, lo aborrece. Esto significa que Dios no solamente lo rechaza, sino que está contra él. De nuestro pasaje en Malaquías podemos entender por qué es que Dios odia el divorcio: este separa a la persona de Dios, traiciona los votos matrimoniales e impide que la pareja tenga hijos o que estos vivan para Dios. Más aún, cuando quien toma la iniciativa de romper el vínculo matrimonial consagrado a Dios, lo hace por otra razón que no sea la infidelidad de su cónyuge, abruma a este de crueldad y, de acuerdo con la traducción Dios Habla Hoy, él mismo se convierte en depositario del odio de Dios.

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A nuestra esposa como a nosotros mismos

31 mayo, 2015

Conozco y amo a una pareja que está enfrentando serias dificultades. Aunque no los veo con frecuencia, sé que no hay día en el que no aparezca la desgastante combinación: menosprecio-lágrimas. El menosprecio está a cargo del hombre y las lágrimas, desde luego, de la mujer. Hace poco, alguien que también conoce y ama a esta pareja, impresionada por las abundantes lágrimas que habían seguido a una agresión, verbal y pública del marido, me hizo una pregunta retórica: ¿No será que fulano la trata así porque no la ama?

Creo que quien me hizo tal pregunta se quedó confundida e impresionada por mi respuesta. “Creo [le dije] que el problema es que fulano no se ama a sí mismo, por eso trata como lo hace a su esposa”. Dije eso porque en ese momento, motivado por tal cuestionamiento, a mi mente vino el exhorto bíblico: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”. Pensé que quien se lastima a sí mismo, como el fulano de referencia, solo hace evidente que no se ama a sí mismo. Es decir, ni se aprecia, ni se respeta. Por eso puede tratarse con tal falta de dignidad y consideración en su propia esposa.

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