Archive for the ‘Espiritualidad’ category

El que Pone la Mano en el Arado

7 septiembre, 2014

Lucas 9.57-62

Lo que Dios pide de nosotros muchas veces va en contra de nuestros intereses, cierto. Pero ello no significa que vaya en contra de nuestro bienestar.

Todos los que son llamados por Dios llegan a momentos cruciales en sus vidas. Son momentos en los que el mandato interior, derivado del llamado, pone en riesgo nuestros propios planes y el cumplimiento de nuestros deseos. En tales momentos generamos una manipulación conciente e inconciente, para no permitir que el llamado y su tarea derivada, alteren nuestra dinámica cotidiana.

Lucas expone cómo las prioridades resultantes de nuestros temores se contraponen al cumplimiento de nuestra tarea. Tales temores tienen que ver tanto con la provisión para nuestras necesidades (el miedo a morir, diría Batista), como con la necesidad de trascender, de hacer algo que nos asegure el reconocimiento y el aprecio de los otros (el miedo a no ser alguien y a no ser apreciados).

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Personas Ordinarias que Hacen Cosas Extraordinarias, la Clave

17 agosto, 2014

Hebreos 11.1-10

Nuestro pasaje habla de personas ordinarias que hicieron cosas extraordinarias. Lo que les capacitó para realizar lo irrealizable, no fueron sus recursos o conocimientos. Fue su carácter. Todas ellas fueron personas que tenían fe.

Lo hicieron por la fe. ¿Qué es la fe? Me gusta la siguiente definición: «Por la fe vivimos convencidos de que existen los bienes que esperamos, y estamos ciertos de las realidades que no vemos». La fe es una forma de vida, convencida y segura de lo real que son las cosas que no vemos.

Miguel Pajares

Padre Miguel Pajares

Todos tenemos fe. La fe es la fuerza que nos mueve, que nos hace ser y hacer. Planes, metas, objetivos. Mayores o menores. Todos son indicadores de nuestra fe. Sin embargo, esta fe es limitada pues descansa en lo que sabemos, en lo que tenemos y en nuestra propia capacidad para hacer, producir y conseguir.

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Perfectamente Santos

27 abril, 2014

Que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos, y les conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Ts 5.23

 

Cuando el Pastor Armando Águila me invitó a compartir este pasaje con ustedes, vinieron a mi mente dos experiencias. La primera vivida en la década de los años setenta en Cuba. Tuve la oportunidad de hacer una visita pastoral a las iglesias cubanas. En un encuentro con jóvenes cristianos universitarios les pregunté cómo habían sido aceptados en la Universidad, siendo creyentes, y cómo hacían para permanecer escalando posiciones de reconocimiento académico, como era el caso en la mayoría de ellos. Después de un embarazoso silencio, uno de los jóvenes me dijo: Simplemente, nos ocupamos de ser los mejores en todo. Y, cuando alguien nos pregunta el porqué de nuestro esfuerzo y dedicación, les hacemos saber que nuestra condición de discípulos de Cristo nos obliga a dar testimonio de su Reino en todas y cada una de las áreas de nuestra vida personal.

La segunda experiencia la viví en esta Ciudad. Fui invitado como ponente ante un grupo de catedráticos universitarios, artistas e intelectuales y empresarios. Al terminar mi exposición, uno de los empresarios ahí presentes expresó su desconfianza y poco aprecio hacia los cristianos evangélicos. Disculpándose conmigo, explicó que su negocio es la renta de equipo de luz y sonido para eventos masivos. Por ello, nos dijo, conoce bien a los más reconocidos artistas evangélicos. No pocos les han recomendado a jóvenes para que trabajen con él, enfatizando que se trata de personas honestas por ser cristianas. Sin embargo, su malestar se debe a que se trata de jóvenes sin ambiciones ni deseos de superación. Jóvenes que con el pretexto de servir a Dios, abandonan trabajo y estudios a la menor provocación. Jóvenes que prefieren ser despedidos a trabajar los días que en sus congregaciones hay actividades. Terminó asegurando que la fe cristiana-evangélica convierte a los jóvenes en personas sin propósito ni sentido en la vida. En personas que no trascienden y no pueden tener una influencia positiva en la sociedad.

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