Personas Ordinarias que Hacen Cosas Extraordinarias, la Clave
Hebreos 11.1-10
Nuestro pasaje habla de personas ordinarias que hicieron cosas extraordinarias. Lo que les capacitó para realizar lo irrealizable, no fueron sus recursos o conocimientos. Fue su carácter. Todas ellas fueron personas que tenían fe.
Lo hicieron por la fe. ¿Qué es la fe? Me gusta la siguiente definición: «Por la fe vivimos convencidos de que existen los bienes que esperamos, y estamos ciertos de las realidades que no vemos». La fe es una forma de vida, convencida y segura de lo real que son las cosas que no vemos.
Todos tenemos fe. La fe es la fuerza que nos mueve, que nos hace ser y hacer. Planes, metas, objetivos. Mayores o menores. Todos son indicadores de nuestra fe. Sin embargo, esta fe es limitada pues descansa en lo que sabemos, en lo que tenemos y en nuestra propia capacidad para hacer, producir y conseguir.
Esta fe, sencilla, humanista, que surge de la confianza que las personas tienen en sí mismas es un buen punto de partida para abundar en la fe de los hijos de Dios. Porque la vida de fe es un proceso en el que se va profundizando, más que extendiéndose. La persona crece en la fe, en la medida que profundiza su relación con Dios. Al profundizarse en Dios, al meterse en Dios, la persona deja de estar metida en otras cosas. Deja de depender de otras cosas: relaciones, recursos, conocimientos; y se convierte en fanática de Dios. Todos los héroes de la fe han sido fanáticos.
Noé, por ejemplo, construyó un barco en medio de un desierto. Se mantuvo atento a lo que no podía ver, y actuó según lo que se le había dicho. Dedicado y violento. Porque su actuar dedicado ejercía violencia en contra de los que ni entendían lo que hacía, ni estaban dispuestos a creer en lo que él creía. La fe de Noé les incomodaba, les resultaba violenta.
Por fe, Abraham «salió de su tierra sin saber a dónde iba». El padre de la fe, es un buen modelo para nuestra fe personal.
Abraham fue obediente. Un día, sin previo aviso, Dios se la aparece y le da una orden absurda: Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Y Abraham obedece. Más bien, tiene una actitud obediente. Porque su obediencia no es total, refleja sus temores y su resistencia a actuar ilógicamente. Lleva consigo a su padre y a su sobrino Lot. Sin embargo, a pesar de su debilidad, salió en la dirección que Dios le mostraba.
En el todo de nuestra vida, Dios produce quereres. Audiblemente, fuerte convicción interior, palabras de terceros, etc. Estos y otros son los medios que Dios usa para hacernos saber su propósito, para instruirnos. No se detiene en darnos mayor explicación, sólo nos indica el camino a seguir. Las respuestas complementarias irán apareciendo en el camino.
Abraham estuvo dispuesto al sacrificio. Primero, estuvo dispuesto a arriesgarse. Su seguridad, su estabilidad, su prestigio. Por más que pudiera llevar consigo, esto era menos que lo que tenía en casa, a los setenta y cinco años. Pero estuvo dispuesto a arriesgarse. Segundo, estuvo dispuesto a sufrir. Perder, carecer, enfrentar. La razón estaba en la confianza que Abraham puso en quien le había ordenado sal de tu casa. De alguna manera, Abraham sabía aquello que los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría. Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando de alegría, con manojos de trigo entre los brazos. Salmo 126.5ss Tercero, estuvo dispuesto a ofrendar. Es decir, a ofrecer su propia vida, la de su familia, sus posesiones y recursos… sabiendo que no podría reclamarlos. Todo acto de fe requiere de este tipo de ofrenda. ¿Cuánto le habrá costado el arca a Noé? Materiales, salarios, terreno, etc. ¿Cuántas veces habrá escogido entre comprar madera o comida? ¿Cuánto tenemos que ofrendar -entregar sin siquiera la intención de recobrar- para la concreción de nuestra fe?
Abraham se mantuvo en comunión con Dios. Creyó en su palabra. Esto resulta fundamental. Creer es aceptar como válida para uno la palabra dada por Dios. Abraham, al mantenerse en comunión con Dios, permaneció en su palabra. Para ello renovó altares una y otra vez. Cada tanto tiempo, cada tantos kilómetros, Abraham levantaba un altar a Dios y ahí le ofrecía sacrificio. Hasta llegar al extremo de levantar un altar y ofrecer a su propio hijo en sacrificio. En estos altares del sacrificio reafirmaba su fe y descubría algo más del Señor.
Abraham descubrió que, en el cerro, el Señor da lo necesario. Dios no hace itacates, nos envía al camino con las manos vacías. Actúa así con un propósito, el que estemos conscientes de que es él quien hace la obra en y al través de nosotros. Como individuos y como comunidad tenemos un camino por recorrer. Ni tenemos ni podemos. Pero, si él nos llama también él nos dará lo necesario. No sólo nos indicará el camino, no sólo irá delante de nosotros, también nos hará y nos dará lo que sea necesario para que podamos cumplir con nuestra tarea. Si tan sólo tenemos fe.
Creer así en Dios, creer eso de Dios explica por qué Abraham, al igual que su hijo y nieto, Vivió en tiendas de campaña… porque esperaba aquella ciudad que tiene bases firmes, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Creer así en Dios, creer eso de Dios es la razón por la que ustedes y yo podemos vivir en y por la fe.
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