Jeremías 20.1-11
“Pero ¿su llamamiento permanece?, me preguntó una mujer en el doloroso proceso que siguió al descubrimiento de la infidelidad de su marido, co-pastor de una creciente congregación metropolitana. “Y el tuyo también”, fue mi respuesta. Y, es que -me pareció-, la mujer sólo advertía la crisis del llamamiento en su marido porque identificaba el mismo como el área de ministerio, la tarea específica que su marido había recibido para ministrar dentro del cuerpo de Cristo.
Pero, como hemos dicho, el llamamiento, la vocación cristiana, es el llamado que cada creyente recibe para vivir el todo de su vida honrando en todo a Dios. Tanto en sus aciertos como en sus errores, en la alegría como en la decepción, el creyente es llamado a vivir de tal manera que su vida dé testimonio de la realidad de Cristo en él y contribuya, de esa manera, a que el Señor sea glorificado. Es de esta manera en que los creyentes somos testigos de Cristo. Hechos 1.8 Como tales hacemos evidente su realidad, hemos dicho, pero también el poder regenerador de su presencia en el día a día de los hombres. 1 Juan 3.8; Juan 10.10
Comentarios