Jesús no Pudo
Marcos 6 NTV
Marcos no parece tener problemas con las limitaciones de Jesús el Cristo. Encara con bastante objetividad la vulnerabilidad voluntaria de Dios ante el libre albedrío de los humanos. No sólo nos informa que Jesús no pudo hacer ningún milagro en Nazaret, sino que agrega que la incredulidad de sus familiares y paisanos lo dejó asombrado, lo asustó. Dios, hecho hombre, no sólo es limitado por la incredulidad de los humanos sino que también se asusta ante la misma.
Acostumbrados a los excesos de los familiares de los líderes sociales y políticos. Participantes de la cultura del tengo un amigo que es amigo del amigo de, podemos preguntarnos qué es lo que llevó a los parientes y paisanos de Jesús no sólo a no creer en él sino también a rechazarlo. Me parece que Marcos mismo nos da una clave cuando, avisado de que su madre y sus hermanos lo buscaban, preguntó: ¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Contestándose él mismo: Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano y mi hermana y mi madre. Marcos 3.33ss
En los hechos Jesús ha replanteado el cómo de su relación con los suyos. Este replanteamiento implica un rechazo, cuando menos una aceptación condicionada: Quien quiera estar en relación con Jesús debe hacer la voluntad de Dios. Además, tal replanteamiento evidencia también la autonomía de Jesús, nadie ni nada puede poseerlo. Él es él, otro, y quienes quieran estar en comunión con él deben asumir su otredad y estar dispuestos a actuar de manera consecuente a ella.
Con esto, Marcos pone sobre la mesa la incomodidad resultante de la relación con Jesús. Acostumbrados a ser el centro de nuestro mundo, al derecho personal a establecer lo que es bueno y lo que es malo, la relación con Jesús nos resulta incómoda. Como a sus paisanos. Y, como sabemos, las relaciones incómodas se traducen en rechazo y el rechazo produce el alejamiento. Ello porque la incredulidad es también repugnancia y la repugnancia es también aversión y la aversión es rechazo.
En nuestros días Jesús se hace presente entre nosotros en la Iglesia, su cuerpo. Sólo podemos estar en comunión con Jesús, y por lo tanto con Dios, en la medida que estamos en comunión con la Iglesia. No hay Jesús sin Iglesia. Jesús es la cabeza de la Iglesia y la Iglesia es su cuerpo. Una cabeza sin cuerpo es una aberración, lo mismo que un cuerpo sin cabeza. Jesús y la Iglesia son indivisibles. De ahí el hecho de la actualidad de la incomodidad resultante de nuestra relación con Jesús: Nos relacionamos con él en y al través de la Iglesia.
Como a los paisanos de Jesús esto nos coloca en un dilema. Para estar en relación con él tenemos que dejar de ser los que hemos sido para convertirnos en otros diferentes, en criaturas nuevas. 2 Corintios 5 Somos llamados a ser aquellos que hacen la voluntad de Dios. Esto significa que somos llamados a relacionarnos entre nosotros de una manera particular, peculiar, propia de nuestra identidad como cristianos. Es decir, como aquellos en quienes habita y se hace evidente Cristo. De acuerdo con Pablo, esta relación es una complementaria que tiene como propósito que seamos maduros… [Que] lleguemos a la plena y completa medida de Cristo. Efesios 4.13 NTV
El cumplimiento de tal propósito consiste en que la Iglesia, el cuerpo de Cristo, pueda así cumplir con su función específica… y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor. En consecuencia, el pueblo de Dios estará preparado para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. Efesios 4.16 y 11 NTV
Adriana Montoya decía esta semana que vivimos viendo el poder mínimo e indispensable de Dios en nuestras vidas. Se refiere a que entre nosotros Jesús tampoco puede. No puede ser él plenamente, no puede hacer lo que quiere y puede hacer entre nosotros. Lo que necesitamos que haga, y vaya que es mucho. La razón es nuestra incredulidad, nuestro distanciamiento. Y la razón de nuestra incredulidad es nuestro rechazo y alejamiento del Jesús de la Biblia, del Jesús incómodo.
En este caso lo que no es se convierte en una advertencia y esta, en un llamado. De acuerdo con Marcos, la incapacidad de Jesús para cumplir su tarea hizo evidente la incredulidad de los suyos. El caminar paralelo de estos respecto a Jesús. Iban a su lado, pero no estaban con él. No eran sus discípulos. Por lo tanto, no podían participar del espíritu de Jesús ni de lo que este hacía. Consecuentemente, cada vez se distanciaban más de él hasta llegar al extremo del rechazo.
Ahora bien, la manera en la que Marcos termina este capítulo seis de su evangelio, nos indica que, en Nazaret, Jesús no pudo porque no pudiera. Es decir, que la ausencia de milagros no se debió a su carencia de poder. De hecho, cuando regresaron a Genesaret, por donde iba le llevaban enfermos… le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados. Marcos 6.53ss NTV
La advertencia consiste en recordarnos que si no estamos en comunión con Jesús –con su cuerpo, la Iglesia-, no podemos participar de su poder ni de su tarea. El llamado es que nos volvamos a él. A que replantemos el cómo de nuestra relación con él y con su Iglesia. Quizá esta no sea lo que queremos, pero sigue siendo el cuerpo de Cristo y nosotros seguimos siendo miembros del mismo. Entonces, si asumimos la responsabilidad privilegiada de nuestra participación en el mismo podremos contribuir a que el Señor haga en y al través de nosotros lo que él se ha propuesto hacer en nuestros medios.
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