Marcos 3.25 TLAI
Después de la mente, el terreno por excelencia de nuestras luchas espirituales es, precisamente, la familia. Ello, porque nada de lo que pasa a los miembros de la familia en lo individual les afecta única y exclusivamente a ellos, todo tiene un efecto multiplicador que termina afectando al todo de la familia. Se trate de cosas buenas o de cosas malas. Lo mismo sucede a la inversa, las dinámicas del sistema familiar terminan afectando a cada uno de sus miembros en lo particular, de diferente manera y en distintos grados. Lo que, genera a su vez, otra dinámica de afectación a los miembros y al todo de la relación familiar.
Siendo las cosas así, resulta interesante el hecho de que la Biblia poco nos dice, alerta o recomienda sobre la importancia y el cuidado de las relaciones familiares. De hecho, el número de veces que el Nuevo Testamento se refiere al ser familia y a la manera en que esta se relaciona es menor a diez. Diez son, apenas, las citas bíblicas que las Sociedades Bíblicas Unidas recomiendan para el estudio del tema. Quizá ello contribuya a darle una dimensión especial al hecho de que nuestro Señor Jesús se refiera a la familia como un modelo que permite una mejor comprensión de las cuestiones espirituales.
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