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Piedad. Deseo de Dios

23 mayo, 2021

2 Pedro 1.3-11

Al repasar con atención nuestro pasaje resulta interesante que la invitación petrina a que agreguemos a nuestra fe la piedad, aparezca en quinto lugar y no al principio. Porque piedad no es otra cosa que la devoción a las cosas santas, es decir, deseo de Dios. Bien podríamos preguntarnos, entonces, el porqué el deseo de Dios no lo enlista Pedro al inicio de su recomendación. La respuesta puede resultar muy sencilla: no se puede desear a Dios bíblicamente si no se ha agregado a la fe conocimiento, al conocimiento dominio propio y al dominio propio la paciencia.

Deseo de Dios. Tres palabras que bien pueden describir el sentido de la piedad, de la devoción a las cosas santas.

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Oren en todo momento

14 octubre, 2018

1 Tesalonicenses 5.17

Un antiguo himno cristiano nos recuerda:

Es la oración un medio que el Señor,
Le dejó a su grey, que anda con temor.
Viendo en Su Palabra, en ella encontrarás
Que la oración te acerca a Cristo más y más.

¡Oh! hablar con Cristo, qué felicidad,
Y contarle todo, todo en verdad;
Exponiéndole tu necesidad,
Él te escuchará desde su Trono Celestial…

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Restaura en mi la alegría de tu salvación

18 diciembre, 2016

Salmos 51 NTV

El Salmo 51 hace evidente que David era un hombre en conflicto. Vivía una realidad que era ajena a su ser. Lo que hacía no estaba en correspondencia con lo que David sabía que era. Él era un hombre temeroso de Dios que había pecado. Era un hombre sensible y deseoso de agradar al Señor; al mismo tiempo, el mismo que actuaba egoístamente, lastimaba a otros y terminaba ofendiendo a aquel a quien deseaba agradar.

El conflicto de David era provocado por el hecho de que lo que hacía, por más que abundara en ello, no lo hacía otra persona. La abundancia de su pecado, lo frecuente de sus faltas, no lograban transformarlo en una persona diferente. No lograban quitar su temor de Dios, ni acallaban el llamado de su corazón para buscar el rostro del Señor. Muchos de nosotros podemos comprender el conflicto de David. Amamos a Dios, sin lugar a dudas, pero igual lo ofendemos. Nuestras muchas faltas no logran destruir nuestro amor por lo bueno y nuestro deseo de vivir dignamente.

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