Oren en todo momento

1 Tesalonicenses 5.17

Un antiguo himno cristiano nos recuerda:

Es la oración un medio que el Señor,
Le dejó a su grey, que anda con temor.
Viendo en Su Palabra, en ella encontrarás
Que la oración te acerca a Cristo más y más.

¡Oh! hablar con Cristo, qué felicidad,
Y contarle todo, todo en verdad;
Exponiéndole tu necesidad,
Él te escuchará desde su Trono Celestial…

iCP disciplinasdevocionalesDesde mi infancia he cantado este himno cientos de veces y estoy seguro de que es uno de esos aportes divinos que han contribuido a mi convicción respecto de la pertinencia y la práctica de la oración. Me hubiera gustado conocer a su autor. Siempre he pensado que simplemente puso por escrito lo que era su convicción, su práctica y su experiencia de oración. Este poema revela, propongo a ustedes, los dos presupuestos que hacen de la oración una práctica emocionante, fluida y fundamental para el cristiano. Se trata de la confianza y del deseo.

El primer fundamento de la oración es la confianza, la confianza en Dios. Esta tiene que ver, primero, con nuestra disposición a creer que Dios existe y lo que Dios es. La carta a los Hebreos nos recuerda que a Dios no le gusta que no confiemos en él. Para ser amigos de Dios, hay que creer que él existe y que sabe premiar a los que buscan su amistad. Hebreos 11.6 TLAI La oración es, desde luego, un acto de fe. Porque creemos, oramos. Y, dado que la oración es un diálogo, en la misma Dios hace evidente su realidad, su existencia. Pero, esta revelación sigue a la manifestación de nuestra confianza. Él nos provoca, nos llama, nos atrae, sí. Pero, somos nosotros los que debemos correr el riesgo de la fe, creer que él existe y que está dispuesto a establecer una relación armónica con nosotros.

Me he referido a nuestra disposición a creer que Dios existe… y lo que Dios es. Dios es polifacético, cierto, pero cuando la Biblia lo describe lo hace diciendo: Dios es amor. 1 Juan 4.8 TLAI La consecuencia primera de su ser es que Dios nos ama. Juan explica que Dios nos ama y que la evidencia más grande de que lo hace es Jesucristo. Vs.9,10 Creer que Dios nos ama es fundamente de nuestra oración porque pone el peso de la confianza no en lo que somos o hemos logrado, sino en el hecho de que somos amados. Si la razón de nuestra confianza lo fueran nuestros méritos, no habría razón para confiar. Pero, podemos estar seguros de que nuestra oración será tomada en cuenta por el hecho de que Dios nos ama. Es su amor la fuente de nuestra confianza y no lo que somos o tenemos.

El segundo fundamento de la oración es el deseo. Esta es una palabra de mala fama, asociada a cuestiones no buenas, sobre todo, a las de carácter sensual. Pero, deseo es el interés o apetencia que una persona tiene por conseguir la posesión o la realización de algo. El deseo es fundamento de la oración porque para orar y al orar mostramos nuestro interés de sintonizarnos con Dios. El interés que tenemos de que nuestra vida se resuelva en función suya, de acuerdo con su poder y su voluntad, pero, también para que él reciba la ofrenda de nuestra vida.

Ante la diversidad de opciones con que contamos para resolver las cosas de la vida, cuando oramos optamos por resolverlas en función de Dios. Son muchas las razones que tenemos para ello, el tamaño del problema, o su gravedad, o nuestros recursos insuficientes. Aún en las cuestiones extremas, cuando nada de lo que hicimos resultó nos volvemos a Dios y hacemos de él nuestra opción. Con mayor o menor consciencia lo que estamos haciendo en tales casos es procurar sintonizarnos con él, entrar a, y permanecer en, su frecuencia. Actuar así es legítimo y Dios comprende que lo hagamos. Pero, generalmente dejamos de lado que el interés de resolver la vida en función de Dios sigue al interés de vivir en comunión con él.

Marcos nos cuenta de una mujer que había gastado todo lo que tenía en médicos y que estos no habían podido curarla. Cuando oyó hablar de Jesús, la mujer se dijo: Si tan solo pudiera tocar su ropa, quedaría sana. El evangelista destaca que la mujer, se abrió paso entre la gente, hasta quedar cerca de Jesús. Al orar nosotros imitamos a esta mujer, nos abrimos paso para poder tocar a Jesús. Lo que buscamos es estar tan cerca de él que podamos tocarlo. Ello porque lo de Jesús sólo puede ser nuestro cuando estamos en comunión con él. Su poder, su quehacer, su intervención siguen a la relación íntima de quienes se encuentra, se tocan, en la oración.

¿Qué es primero, la confianza o en el interés? Cada persona que ora tiene su momento y su cómo. A veces, es el interés lo que motiva nuestra necesidad de confiar en Dios. Y, es un hecho, confiar en Dios incrementa el deseo de Dios en nuestra vida. Así, orar se convierte en una experiencia de comunicación y comunión entre dos personas que se aman y se interesan mutuamente, la una en la otra y viceversa. La felicidad de hablar con Cristo, a la que se refiere el monólogo, es la felicidad que resulta del encuentro con el ser amado y no sólo del beneficio colateral.

De ahí la importancia y la conveniencia de que abundemos en la práctica de la oración. Sabiendo que Dios existe, nos ama e interesa en nosotros, podemos abundar en el interés estar en mayor comunión con él. Así, como el salmista, podremos estar seguros que nuestra ayuda viene de Dios y, que si es así, nuestra vida y la suya están armónicamente vinculadas.

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