Mateo 7.24-29
Debemos a Mateo la conclusión con la que cierra lo que conocemos como El Sermón del Monte. Como sabemos, algunos estudiosos proponen que Mateo hizo una recapitulación de las enseñanzas más distintivas y fundamentales de Jesucristo. Lo hizo para preservar la sustancia de la doctrina cristiana y para destacar el contraste de la misma con otras corrientes de pensamiento, especialmente las humanistas. Mateo destaca la autoridad de Jesús por sobre cualquier otro de una manera muy particular: Cuando Jesús terminó de hablar, dice, todos los que lo escuchaban quedaban admirados de sus enseñanzas, porque Jesús hablaba con toda autoridad, y no como los maestros de la Ley.
Si uno empezara la lectura del Sermón del Monte por el final, quizá esperaría descubrir cuestiones misteriosas, difíciles de comprender, dada la pretensión de que lo que Jesús había enseñado impactó a la gente que lo escuchaba. Sin embargo, uno se encuentra que la enseñanza de Jesús tiene que ver con el aquí y ahora de las personas, con cuestiones cotidianas, sobre el quehacer de la vida toda. Y, en la figura que Jesús utiliza respecto de las casas que permanecen y las que caen, uno puede apreciar que en las cosas cotidianas, en aquello que consideramos lo sencillo, es donde Jesús encuentra el secreto del éxito o del fracaso en la vida. Cabe destacar que Jesús lo sintetiza explicando que quien escucha lo que él enseña y hace lo que él dice, es una persona precavida que construye su vida de tal forma que cuando llegan las dificultades estas no tienen el poder para destruirla, sino que permanece en condiciones de seguir adelante.
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