Salmo 39.4
En 1986, como consecuencia del apoyo que prestamos a las organizaciones populares de damnificados por los sismos del 85, sufrimos de presiones, intimidaciones y de diversas amenazas desde diversos sectores gubernamentales. En algún momento, las intimidaciones se convirtieron en amenazas de muerte. Al comentar una de tales llamadas con una persona que había pasado por lo mismo en su país, esta me miró calmadamente y me dijo: No te dijeron nada que tú no sepas, te vas a morir. A casi treinta y cinco años de distancia sigo agradeciendo la sabiduría de tal declaración, misma que me ha ayudado a ver la muerte, y, sobre todo, la vida desde una perspectiva diferente.
El reto planteado por el coronavirus ha dejado de ser un asunto chino, para convertirse en un asunto nuestro. Afecta ya nuestro aquí y nuestro ahora y altera, poco a poco, el todo de nuestra vida diaria. Así, la crisis se está personalizando, ya es un asunto en el que cada quien la enfrenta individual e interiormente, antes de hacerlo familiar y socialmente. Desde luego, son el temor, la confusión y la inseguridad los elementos más comunes ante el reto enfrentado. Y, dado que esta pandemia está haciendo iguales a todos, sin distinción de razas, niveles socioeconómicos, preparación, creencias, etc., está también revelando cuán iguales y frágiles resultamos todos ante los retos torales de la vida.
Nuestro pasaje revela la infinita sabiduría de Dios. De una manera breve y contundente explica la raíz de la violencia que millones de mujeres han sufrido a lo largo de siglos. En su breve declaración el Señor revela tres consideraciones fundamentales, la primera, que el primer espacio de la violencia en contra de la mujer es el hogar y el mayor causante de la misma, su esposo. La segunda consideración es la existencia de una disposición involuntaria en la mujer que facilita el dominio y la explotación a manos de su pareja. Tendrás ansia de tu marido y él te dominará, dice nuestro pasaje. O, como dice DHH: Tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti. Una tercera consideración, fruto del contexto escritural es que tal deformación del propósito creacional inicial es consecuencia del pecado como forma de vida.
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