¿Qué quieres que yo haga, Señor? Preguntó Saulo de Tarso, camino a Damasco. Quiero compartirte que, cada vez más frecuente, tal pregunta se anida en mi corazón y surge de mis labios. Primero, en primera persona. Pero, también en tanto miembro de esta expresión del Cuerpo de Cristo, la iglesia CASA DE PAN.
Ante la realidad que parece apuntar el triunfo del pecado de tantas maneras: desintegración familiar, violencia, corrupción, discriminación y, de manera particular, la violencia en contra de la mujer. Monstruo de tantos rostros, nada ajeno a nosotros, en nuestros hogares también se ejerce violencia contra las mujeres), y negación de nuestra condición de discípulos de Cristo.
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