Gálatas 5.22-26 TLA
Todos somos diferentes, aunque existen unos que son más diferentes que otros. Por lo general, se trata de terceros; es decir, de los demás y no de nosotros. Esto significa que, generalmente, asumimos la calidad de diferentes en la otredad de terceros. Ello implica que asumimos para nosotros la condición de normales, de los que están bien. En consecuencia, pretendemos que son los otros los que deben acercarse a nosotros, hacer suya nuestra cosmovisión, si es que quieren ser aceptados… y amados por nosotros, los normales.
¡Cuán difícil resulta amar a los que no son como nosotros! ¡Cuán difícil nos resulta valorarlos y asumirlos dignos, merecedores de nuestro aprecio y nuestro respeto! En consecuencia, ¡cuán difícil nos resulta establecer marcos de referencia común que nos permitan comunicarnos con ellos. Es decir, estar dispuestos a privilegiar lo que nos asemeja para así construir una mejor comprensión mutua. Por eso, llama la atención la actitud del Apóstol Pablo que pasa del deseo de que los judaizantes se castren (5.12), a recomendar a los gálatas a acercarse a los que han caído en el error y los traten mediante el cultivo del fruto del Espíritu Santo. Gálatas 6.1,2; 5.26
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