Archive for the ‘Fe’ category

Un Camino al Través del Desierto

28 julio, 2013

Isaías 43.19

Frente a casa hay un árbol alto y frondoso. Sus ramas están tan tupidas de hojas que, muchas veces, cuando llueve uno puede permanecer seco a la sombra de las mismas. Sin embargo, cuando llega el invierno, las hojas caen y las ramas quedan desnudas. Pero, sabemos que la primavera se acerca cuando, poco a poco, pero sin descanso, brotan nuevas hojas hasta que el árbol recupera su espléndido follaje. Me gusta este árbol, se ha convertido en una parábola de la vida. Me ha enseñado que, en esta, siempre hay algo más que lo que ahora vemos. Que el término de una etapa sólo marca el inicio de otra nueva.

La Biblia nos enseña que la vida está llena de los llamados puntos de inflexión. Es decir, de coyunturas, positivas y negativas, que cambian el curso de la misma. Dada su naturaleza e impacto, sirven como un parteaguas que divide la vida en el antes y el después. Establecen el final de una forma de vida y, desde luego, anuncian el inicio de una nueva manera de vivir la vida. Resulta interesante destacar que el diccionario define la palabra coyuntura, como ocasión, tiempo oportuno para algo.

Especialmente, en tratándose de cuestiones trágicas, de pérdidas, hemos aprendido a considerar tales coyunturas sólo como final y pocas veces como principio. Cuando mi madre murió, la vida acabó para mí. Cuando mi esposo me abandonó, todo se terminó. Cuando enterré a mi hijo perdí mi propia vida. Son estas expresiones que hemos oído, y quizá dicho, en momentos torales de nuestra existencia. Cuando algo deja de ser, asumimos que con ello ha llegado el final del todo.

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Dios, ¿Por qué no Me Dejas en Paz?

26 mayo, 2013

Job 7.11-21

Con mucha frecuencia Dios nos resulta incomprensible. Simplemente, no se ajusta a nuestras expectativas o a lo que presumimos saber de él y de la manera en la que debe actuar. La incomprensión respecto de Dios se traduce, general y fácilmente, en un sentido de decepción respecto de Dios. En no pocas veces nos sentimos defraudados y surge desde lo más profundo de nuestro corazón un ánimo de reclamo y hasta de venganza en contra de aquel en el que hemos confiado y no ha honrado, asumimos, nuestra confianza.

Desde Adán, son muchos los hombres y muchas las mujeres que han llegado al extremo de reclamar a Dios por aquello de Dios que les resulta incomprensible. Otros, animados por su confusión y decepción han decidido castigar a Dios: disponen no creer más en él, se proponen no pronunciar, siquiera, la palabra Dios, reprimen la voz de su corazón cuando este les dice de parte del Señor: Ven y conversa conmigo. Son como Jeremías, quien se propuso no volver hablar de Dios atribulado por lo que el Señor había hecho de su vida. ¿Quién puede criticar a unos y a otros? ¿Quién puede arrojar sobre ellos la primera piedra, cuando muy en lo profundo de nuestro corazón hemos sentido y pensado lo mismo?

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Jesús y los Árboles que Caminan

4 noviembre, 2012

Marcos 8.22-26

Esta es una historia interesante. Nos muestra a un Jesús que actúa de una manera diferente a la que le conocemos cuando de sanar a alguien se trata. En este caso, Jesús no dice la palabra, ni sana de una sola vez al ciego de la historia. Más bien, hace cosas raras: saca al ciego de la aldea, le escupe en los ojos, le pone las manos encima y le pregunta si ve alguna cosa. Pero, si la manera en que Jesús actúa resulta rara, más rara parece ser la respuesta que el ciego da a Jesús: Sí, veo a algunas personas, pero no puedo verlas con claridad; parecen árboles que caminan. NTV

Jesús nos llama a no juzgar las cosas por su apariencia. Juan 7. 24 Si este principio es válido respecto de Jesús mismo y de su conducta, luego entonces, nuestra historia nos revela algunas cuestiones importantes en el caminar de la fe. La primera, misma que resulta fundamental, es que Dios no actúa siempre de la misma manera. Los seres humanos somos animales de costumbres, se ha dicho. Ello implica el que actuamos casi siempre de igual manera y que esperamos que los demás respondan habitualmente a nuestras expectativas. Jesús no actúa así. El cómo de su relación con nosotros es un cómo personalizado, individual, siempre apropiado a nuestras circunstancias.

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