Archive for the ‘Esperanza’ category

¿Qué Tienes en la Mano?

2 septiembre, 2012

Éxodo 4.1-12

Moisés, ese conocido personaje bíblico, bien puede ser considerado un arquetipo de lo que implica el ser una persona humana. En particular, en Moisés se hace evidente que la vida es un proceso que los humanos vivimos de etapa en etapa, siempre en transición. Mientras vivimos, pasamos de un modo de ser o estar a otro distinto, constantemente. Nada permanece estático ni es, en sí mismo, definitivo. Sin embargo, conviene tener en cuenta que la forma en que enfrentamos cada etapa del proceso tiene el poder y la capacidad para hacer de la misma algo definitorio, lo que define o marca la diferencia entre lo que nuestra vida es y lo que pudo ser.

Lo que resulta aplicable en este caso a las personas humanas, también lo es para los organismos tales como las congregaciones cristianas. También estas viven siempre en un estado de transición constante, y la forma en la que viven cada etapa puede hacer de algunas de estas la razón que las define tanto en su ser como en su quehacer. De ahí la importancia de que nos acerquemos a un momento crucial en la vida de Moisés y nos preguntemos de su pertinencia en el momento que encaramos como congregación.

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Perdona, Señor, mis Faltas Ocultas

15 enero, 2012

Salmos 19

Es este un hermoso salmo. En cierta manera es un salmo integrador. Une el todo de la Creación, con la hermosura y el poder de la Palabra, teniendo la comunión del hombre con su Señor como el propósito sustentador de todo lo que existe. En este salmo podemos ver el amor de Dios y la necesidad ansiosa del hombre que lo ama por gozar de su aceptación y comunión.

Una vez más nos encontramos ante un salmista sensible. El testimonio de la grandeza de Dios y de su incomparable poder, lleva al escritor sagrado a preguntarse respecto de su propia condición. El carácter de Dios siempre resulta contrastante del carácter del hombre. Sea que el primero se manifieste en las obras de su Creación, o en la riqueza y el poder de su Palabra, siempre contrasta, hace evidente, la naturaleza y condición del ser humano.

Sin embargo, para cada persona en particular, el elemento clave para tal contraste es, precisamente, la sensibilidad de la misma. Sólo quienes como resultado de su búsqueda amorosa de Dios ansían su presencia, pueden darse cuenta de lo que les une y de lo que les separa de Dios.

Tal el caso del salmista. Es una persona temerosa de Dios. Goza de su comunión con el Señor. La Palabra ha cumplido su propósito en él: le ha dado nueva vida, le ha hecho sabio, ha traído alegría a su corazón, ha dado luz a sus ojos, ha generado un temor limpio que permanece para siempre. ¿Qué más puede necesitar el salmista para estar en comunión perfecta con su Señor?

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Navidad, Tiempo y Razón para la Esperanza

24 diciembre, 2011

Lucas 1.46-55

Jesús, cuyo nacimiento recordamos esta Navidad, es la expresión absoluta del amor de Dios. Pablo dimensiona la calidad y el peso de tal amor al asegurar que cuando el pecado aumentó, Dios se mostró aún más bondadoso. Romanos 5.20 Y es esto lo que celebramos en Navidad, el amor incondicional de Dios, mismo que al obrar en nuestro favor añade, día a día a nuestras vidas, el don inmerecido de la bondad de Dios.

No es posible comprender el significado del nacimiento de Jesús si no nos aproximamos al cántico de María, su madre. Ella hace referencia a una realidad humana caótica, en la que lo bueno ha sido desplazado por lo malo, la opresión ha sustituido a la justicia y la paz ha sido alejada por la violencia. María entiende que el nacimiento del niño Jesús significa la recuperación del orden divino y, por lo tanto, el término del caos personal y social que afecta a las personas.

Desde luego, María canta con el convencimiento de la fe. De hecho, lo único que tiene es la promesa recibida. Pero, se trata de una promesa embarazada, es decir, de una promesa que ya ha empezado a gestarse, a hacerse realidad, en el niño que está por nacer.

En María descubrimos, entonces, el qué y el cómo de la fe. La fe es confianza, pero confianza que se va adquiriendo al reconocer lo que Dios ya está haciendo en nosotros. Podemos decir que Dios no pide a nadie que crea en lo que está por venir, sin que, al mismo tiempo, anima la fe mediante las obras de gracia que realiza en el presente de quien espera.

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