Mateo 5.33-37
Es un hecho que en la mayoría de los problemas familiares causa y efecto de los mismos es decir sí, cuando debía decirse no y no cuando debía decirse sí. El poder de las palabras resulta del hecho de que las mismas sólo expresan, revelan, lo que está en el corazón de las personas. Es decir, las palabras son la expresión de la manera en que la persona procesa sus conocimientos, sus sentimientos y emociones y, en consecuencia, toma las decisiones que determinan su vida y la de los suyos. Esto que parece un aporte de la psicología moderna ya había sido anticipado por nuestro Señor cuando señaló que, en el caso de las personas, de lo que abunda en su corazón habla su boca. Lucas 6.45 DHH
Lo anterior adquiere un mayor interés si consideramos que los conocimientos, los sentimientos y las sensaciones constituyen lo que conocemos como los valores o principios morales de las personas. Es decir, lo que estas consideran como lo bueno y lo malo y la manera en que tal consideración decide el cómo y el qué de sus relaciones humanas. En el caso de quienes nos asumimos creyentes se pretende que la valoración de lo bueno y lo malo está determinado por lo que honra a Dios y lo que no lo hace. Así, pretendemos llevar a nuestra cotidianidad, a nuestro aquí y nuestro ahora, lo que Dios ha establecido como bueno. En el caso de las relaciones humanas son dos los principios que hacen un solo mandamiento: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y, ama a tu prójimo como a ti mismo. Lucas 10.27
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