Lucas 13.34
Nunca será suficiente lo que se diga en reconocimiento a las madres. Ellas encierran el misterio de la vida misma y son, junto con Dios, cocreadoras de la humanidad. De distintas maneras y, siempre animadas por su amor, forman y deforman a los hijos. Detrás de cada una de sus acciones, aún detrás de aquellas que puedan confundir y doler, está siempre presente el propósito de que la vida de sus hijos sea, si no mejor, sí diferente a la de ellas mismas.
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Nuestro pasaje revela la infinita sabiduría de Dios. De una manera breve y contundente explica la raíz de la violencia que millones de mujeres han sufrido a lo largo de siglos. En su breve declaración el Señor revela tres consideraciones fundamentales, la primera, que el primer espacio de la violencia en contra de la mujer es el hogar y el mayor causante de la misma, su esposo. La segunda consideración es la existencia de una disposición involuntaria en la mujer que facilita el dominio y la explotación a manos de su pareja. Tendrás ansia de tu marido y él te dominará, dice nuestro pasaje. O, como dice DHH: Tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti. Una tercera consideración, fruto del contexto escritural es que tal deformación del propósito creacional inicial es consecuencia del pecado como forma de vida.
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