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No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4.6,7 NVI
No conviene olvidar que cuando Pablo anima a los filipenses a que no se inquieten por nada, él está en la cárcel y ellos están llevando su vida de manera normal. Algo debe haber en esas personas que, aun cuando están enfrentando situaciones tan adversas, pueden ocuparse de consolar y animar a quienes están en mejores condiciones que ellas.
En 1986, como consecuencia del apoyo que prestamos a las organizaciones populares de damnificados por los sismos del 85, sufrimos de presiones, intimidaciones y de diversas amenazas desde diversos sectores gubernamentales. En algún momento, las intimidaciones se convirtieron en amenazas de muerte. Al comentar una de tales llamadas con una persona que había pasado por lo mismo en su país, esta me miró calmadamente y me dijo: No te dijeron nada que tú no sepas, te vas a morir. A casi treinta y cinco años de distancia sigo agradeciendo la sabiduría de tal declaración, misma que me ha ayudado a ver la muerte, y, sobre todo, la vida desde una perspectiva diferente.
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