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2 Reyes 4.1-7
Cuando leo la historia de esta viuda pobre, no me resulta difícil el intentar ponerle nombre a ella y a sus hijos. Es que la experiencia de esta familia resulta tan contemporánea, tan propia de nuestros días, que uno bien puede decir: ¡yo la conozco! Para empezar, se trata de una familia que, a la desgracia vivida, la muerte del esposo y padre tiene que agregarle otra más: el peligro de que los hijos sean hechos esclavos por la deuda dejada por el hombre. Alguien dirá que las familias modernas, contemporáneas, no enfrentan el riesgo de la esclavitud de los hijos. ¿De veras? Lo cierto es que la ausencia de los padres, especialmente de la figura masculina, condena a las familias a situaciones extremas, dolorosas y condicionantes terribles: pobreza, desajustes emocionales, delincuencia, etc. ¿Habrá peores formas de esclavitud?
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