Juan 16.4-15
Cuando las personas deciden que sólo es real aquello que pueden ver, oír, medir y, sobre todo, entender, limitan el sentido último de la vida y terminan por acotar su propia vida. Es decir, terminan por cortar aquellas ramas que, pretenden, no tienen por qué permanecer en su árbol, las podan y acaban por privarse a sí mismos de los beneficios que tales recursos pudieran significarles. David Herbert Lawrence, representa bien a quienes así piensan cuando asegura: Lo que los ojos no ven y la mente no conoce, no existe.
La Biblia dice que Dios sembró la eternidad en el corazón del hombre
Cuando nos acercamos a la vida de Jesús descubrimos muy pronto que él no vivía para sí mismo. Sus prioridades no eran ni su felicidad personal, ni su familia, ni su prosperidad material, etc. En fin, esas cosas que son las que explican y dan sentido a la vida de muchos. Dos cosas eran las determinantes en Jesús: Su comunión su Padre y la realización de la tarea que le había sido encomendada. En tal sentido, Jesús no tenía vida propia. No vivía para sí, sino para el Padre. Y, no lo hacía porque no le quedara otra, él mismo aseguró: Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad.
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