Lucas 8.1 y 2
El viernes pasado se hizo evidente lo difícil que resulta ser mujer, en nuestro país y en el mundo entero. Contra lo que podría esperarse, los viejos patrones mentales que sustentan, justifican y promueven el machismo está aflorando, revitalizados por la insensibilidad, el pecado y hasta por intereses políticos. El hecho es que no se trata de una mera discusión teórica o filosófica sobre la integridad de las mujeres, estamos ante la emergencia de niveles y formas de violencia que no pueden ser ignoradas ni, mucho menos, menospreciadas por quienes afirmamos nuestra fe en Jesucristo.
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Nuestro pasaje revela la infinita sabiduría de Dios. De una manera breve y contundente explica la raíz de la violencia que millones de mujeres han sufrido a lo largo de siglos. En su breve declaración el Señor revela tres consideraciones fundamentales, la primera, que el primer espacio de la violencia en contra de la mujer es el hogar y el mayor causante de la misma, su esposo. La segunda consideración es la existencia de una disposición involuntaria en la mujer que facilita el dominio y la explotación a manos de su pareja. Tendrás ansia de tu marido y él te dominará, dice nuestro pasaje. O, como dice DHH: Tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti. Una tercera consideración, fruto del contexto escritural es que tal deformación del propósito creacional inicial es consecuencia del pecado como forma de vida.
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