Archive for the ‘Fe’ category

Lo que sí sé

11 septiembre, 2016

Juan 9.25 NTV

La historia que Juan nos relata sobre el ciego sanado por Jesús contiene todos los elementos que rodean eso que llamamos milagro[1]. Para empezar, la interrupción misteriosa de un hecho natural, la ceguera de aquel hombre. Los recursos utilizados por Jesús para sanarlo: saliva y lodo. La reacción de los fariseos, representantes en ese momento de los incrédulos por la razón que sea, y, finalmente, la ignorancia de unos y otros ante un hecho incuestionable, el que antes estaba ciego ahora podía ver.

Conviene aquí enfatizar que los milagros son hechos no explicables por las leyes naturales, lo cual no implica que no sean cosas que suceden. El conflicto de la ciencia, entonces, no tiene que ver con la realidad o no de tales hechos sino con la explicación posible de los mismos. Dado que la ciencia es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente, la misma resulta insuficiente para la comprensión cabal de los milagros dado que no puede comprobarlos experimentalmente. Es decir, no los puede recrear y, por lo tanto, no los puede comprender ni explicar satisfactoriamente con el recurso de las leyes naturales.

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Eso de creer en Jesús y su palabra

26 junio, 2016

Marcos 16

Creo que más de alguna vez los cristianos llegamos al momento en el que pensamos que, si hubiéramos conocido personalmente a Jesús, la historia de nuestra fidelidad sería diferente. Hubiéramos sido más santos, más perseverantes, más fieles, etc. Sin embargo, la historia de aquellos que anduvieron con el Señor no parece dar sustento a nuestras especulaciones. La historia de quienes olieron el aliento del Señor -que así de cerca de él estuvieron- resulta muy parecida a la nuestra: incrédulos, traidores, desconfiados, inconstantes en su caminar cristiano, etc.

Si he de hacerla de Abogado del Diablo de los compañeros de Jesús, sólo apuntaría en su defensa –cuando menos en un intento de explicación de sus altibajos-, que el caminar al lado de Jesús expone a las personas a una constante de tensión, les obliga a responder a cosas no conocidas e incomprensibles, a estar a la altura de circunstancias que, nunca en la vida, se le ocurriría a nadie que tendría que enfrentar. Como eso de que, al que vieron morir en la cruz y ya había sido sepultado, vivía y los mandaba llamar para encontrarse con ellos.

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¿No ardía nuestro corazón?

27 marzo, 2016

Lucas 24.25-35 NTV

Hablar de la resurrección provoca una serie de reacciones complejas. La razón para ello es que se parte de prejuicios entendibles a la luz de la ignorancia que padecemos acerca de la vida y de la muerte. Uno de tales prejuicios, quizá el más extendido sería aquel que asegura que nos muertos no resucitan. Se nos dice que científicamente no se ha demostrado que haya vida después de la muerte. Sin embargo, quienes aseguran esto desconocen los miles de casos, que diariamente se dan alrededor del mundo, en los que personas que han caído en paro cardíaco y, por lo tanto, en un estado de término del proceso homeostático, son reanimados -es decir, se vuelve a dar vida al cuerpo-, después que, médicamente, han sido declarados, o asumidos como, muertos. Es decir, al enfatizar la no existencia de vida después de la muerte, están dispuestos a ignorar que, en la práctica, miles son vueltos a la vida, resucitados, diariamente.

La resurrección de Jesús es uno de los elementos torales de la fe cristiana. 1 Corintios 15.12-19 Si Cristo no ha resucitado, entonces toda nuestra predicación es inútil, y la fe de ustedes también es inútil, asegura Pablo. Sin embargo, los prejuicios a los que he hecho referencia dificultan de tal modo nuestro acercamiento, como resurreccionistas vergonzantes, al tema que nos llevan en una de dos direcciones. La primera consiste en un acercamiento superficial, apenas políticamente correcto, en el que simplemente aceptamos la resurrección de Cristo sin ocuparnos de profundizar en lo que la misma representa. Ello explica que, aún quienes no se asumen católicos, siguen enfatizando en ocasión de la Semana Santa, la muerte de Jesús antes que su resurrección.

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