Archive for the ‘Crecimiento Espiritual’ category

Cultivar la comunión con Dios

29 noviembre, 2015

1 Juan 3.1; 2.27; 3.24 NTV

A las personas nos inquieta Dios. No podemos permanecer insensibles ni impasibles ante él. Aún a muchos de aquellos quienes se asumen ateos, Dios los inquieta. Philip Yancey cuenta que Heinrich Böll, escritor alemán, comentaba: No me agradan estos ateos, siempre están hablando de Dios. Aún Voltaire, quien tenía una peculiar manera de creer en Dios, no necesariamente bíblica, propuso: Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo. El hecho es que en unos y en otros, creyentes y no creyentes, se hace cierta la experiencia del salmista cuando dijo: Mi corazón te ha oído decir: Ven y conversa conmigo. Y mi corazón responde: Aquí vengo, Señor, no me des la espalda… Salmo 27.8, 9a NTV

La cuestión es que Dios nos anima a estar en comunión con él y que nosotros necesitamos, también, de su comunión. Sin embargo, cultivar dicha comunión se nos antoja una tarea terriblemente difícil. La razón de tal dificultad está en que hemos aprendido a que la buena comunión con Dios depende de las cosas buenas que podemos hacer y de las cosas malas que podemos evitar. Es decir, hemos aprendido que la comunión con Dios depende de nuestros méritos. Ignoramos, hemos aprendido a ignorar el hecho de que estar en Dios, que es lo que significa el estar en comunión con él, depende de lo que somos y no de lo que hacemos o dejamos de hacer.

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Todavía seguirán de pie

1 febrero, 2015

Efesios 6.10-13

 

Llama mi atención, en nuestro pasaje, que lo que Pablo llama “una palabra final” siga al largo tratamiento que el Apóstol ha dado al tema de las relaciones familiares. Pudiera tratarse de una coincidencia, de una especie de síntesis que destaca la importancia de todos los temas tratados en su carta. Pero, dada la atención e importancia que Pablo concede al qué y el cómo de las relaciones familiares, pudiera tratarse de una indicación particular respecto de la trascendencia espiritual de dichas relaciones.

Apunto lo anterior porque no hay relaciones que afecten más, positiva o negativamente, nuestro ser integral (espíritu, alma y cuerpo), que las relaciones familiares. Estas nos sanan o nos enferman, nos enriquecen o nos desgastan, nos acercan a Dios o nos alejan de él. En síntesis, las relaciones familiares tienen el poder para destruirnos o para ayudarnos a permanecer de pie una vez que han pasado las pruebas de la vida.

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El que Pone la Mano en el Arado

7 septiembre, 2014

Lucas 9.57-62

Lo que Dios pide de nosotros muchas veces va en contra de nuestros intereses, cierto. Pero ello no significa que vaya en contra de nuestro bienestar.

Todos los que son llamados por Dios llegan a momentos cruciales en sus vidas. Son momentos en los que el mandato interior, derivado del llamado, pone en riesgo nuestros propios planes y el cumplimiento de nuestros deseos. En tales momentos generamos una manipulación conciente e inconciente, para no permitir que el llamado y su tarea derivada, alteren nuestra dinámica cotidiana.

Lucas expone cómo las prioridades resultantes de nuestros temores se contraponen al cumplimiento de nuestra tarea. Tales temores tienen que ver tanto con la provisión para nuestras necesidades (el miedo a morir, diría Batista), como con la necesidad de trascender, de hacer algo que nos asegure el reconocimiento y el aprecio de los otros (el miedo a no ser alguien y a no ser apreciados).

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