Iniciamos un nuevo ciclo de meditaciones pastorales. Sirva la presente como una introducción a las mismas.
Hechos 1.8; Ro 15.13; 1Tes 1.5
Como sabemos el poder del Espíritu Santo, su dunamis, consiste en la capacidad [divina] de llevar cualquier cosa a cabo. Dios en nosotros, puede; y nosotros, llenos de su Espíritu Santo, también podemos. De acuerdo con la oración de nuestro Señor Jesucristo, registrada por Juan 17, de la misma manera en la que el Padre está en el Hijo, así también el Hijo está en los creyentes al través del Espíritu Santo. Así, el poder que opera en el creyente es el mismo poder de Dios que operaba en Jesús el Cristo.

He escogido este pasaje (vs 39), para que tengamos presente que las relaciones matrimoniales tienen fin, se acaban. De acuerdo con Pablo, la vigencia del vínculo matrimonial está determinada por la vida de los cónyuges. De ahí el hasta que la muerte nos separe, frase con la que establecemos el límite de nuestro compromiso matrimonial. Pero, nuestro pasaje también considera el que la relación matrimonial puede acabarse antes de que uno de los cónyuges muera. Esta salvedad tiene que ver con el conflicto que resulta cuando uno de los cónyuges decide no seguir a Cristo. En tal caso, recomienda el Apóstol, quien sí sirve a Cristo debe dejar que el otro se vaya.
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