Archivo de enero 2017

Dios, Señor y Dueño

8 enero, 2017

Salmo 24 TLAD

La cuestión de la mayordomía cristiana sólo puede comprenderse a la luz del concepto del señorío de Dios. Sólo aquellos que reconocen que Dios es Señor, su Señor, pueden vivir como mayordomos, es decir, como administradores de los bienes que han recibido como encargo y con un propósito particular. Como consecuencia, el mayordomo se asume beneficiario de los dones –bienes tangibles e intangibles- puestos a su cuidado, al mismo tiempo que reconoce el propósito inherente a tal beneficio: capacitarlo para cumplir de mejor manera con la tarea recibida.

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El Dios mío me oirá

2 enero, 2017
Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá. Miqueas 7.7

San Pablo asegura que, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 2 Corintios 4.16 Hemos aprendido a interpretar tal declaración en el sentido de la NTV: Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. Aunque cabe preguntarnos sobre la exactitud de dicha interpretación el hecho es que comprendemos bien la idea porque llega el momento en que la vida se convierte en una pérdida continua. Perdemos salud, perdemos fuerzas, perdemos recursos, perdemos personas. Es decir, nuestra vida va muriéndose.

Miqueas parece haber llegado a una situación tal que lo único que podía sumar eran pérdidas. No sólo no tiene alimento y seguridad, también ha sido despojado de la justicia y, sobre todo, ha perdido la confianza aún en los más cercanos. Pero, dentro de tal desesperanza Miqueas, al igual que Pablo lo hace, toma consciencia de que todavía hay algo que permanece. Que de manera paralela al continuo de pérdida hay, se está gestando, algo que compensa y aún excede el total de la pérdida sufrida.

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Ya murieron

2 enero, 2017

Mateo 2.19-21

La historia de la Navidad contiene tantos elementos sobrenaturales que resulta difícil acercarse a ella de manera humanamente objetiva. Dado que implica la intervención y el quehacer extraordinario de Dios, resulta imprescindible acercarse a la misma desde una perspectiva diferente, la de la fe. Así, si empezamos por asumir lo que no entendemos -lo que no nos checa-, estaremos en condiciones de avanzar hasta el espacio de la experiencia personal en el que podremos comprender y hacer nuestro todo lo que el relato navideño implica.

Desde luego, esta es una historia de amor. Y, como todas las grandes historias de amor, contiene elementos incomprensibles a menos que se participe de la relación de amor que les da sentido. En este caso, es el amor de Dios por nosotros la razón y la clave que da sentido al relato navideño. Jesús es la prueba por excelencia de que Dios nos ama. También es la prueba de que, por amor, Dios no desiste de su propósito de bien a favor de los suyos. Y, desde luego, Jesús es la prueba de que no hay fuerza que pueda impedir que el propósito de salvación se cumpla en nosotros cuando respondemos en amor al amor que hemos recibido en él.

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