Eclesiastés 3.11 NTV
El ser humano adora. Es decir, rinde culto a quien o a lo que considera superior a sí mismo. Lo mismo adoran los creyentes que quienes se asumen ateos. La diferencia de su adoración está determinada por quién o por qué es el sujeto/objeto de su adoración. Al través de los tiempos se han propuesto diversas razones por las que el ser humano se inclina a adorar. Vulnerabilidad, dependencia, consciencia de lo eterno. Desde la perspectiva de la fe judeocristiana asumimos que al ser creados a imagen y semejanza y animados por el Espíritu de Dios, los seres humanos necesitamos mantenernos en comunión con nuestro Creador y, al poseer su imagen y semejanza, tenemos consciencia de la trascendencia de nuestra vida. Esto es lo que el Predicador define con manera tan sencilla al asegurar que Dios sembró la eternidad en el corazón humano. Eclesiastés 3.11 NTV
Los dones espirituales, o carismas, son capacidades sobrenaturales dadas por Dios a la Iglesia para la edificación de la misma y para el cumplimiento de su tarea evangelizadora-discipuladora. Estas capacidades son dadas a la Iglesia en cada uno de sus miembros y siempre consideran el bien del Cuerpo de Cristo por sobre el bien y el bienestar individual de sus miembros. Así, aunque la persona obviamente se beneficia con el don recibido, está en la obligación de poner tanto el don, como el beneficio resultante del mismo, al servicio de los demás.
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