Posted tagged ‘Semana Santa’

En medio de la multitud enardecida

14 abril, 2019

Lucas 19.28-44

FlyerMaker_13042019_123132Recordar el momento de la entrada de Jesús a Jerusalén, siempre es motivo de regocijo inicial para mí. Sin embargo, mientras avanzo en la lectura de los relatos siguientes entro en cierta crisis. ¿Cómo es que quienes gritaban ¡Dios nos ha mandado un Rey!, ¡Viva el Rey! Lucas 19.39, hayan sido los mismos que pocos días después gritaban ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!¡Nuestro único rey es el César!? Juan 19.6; 15

Hay una expresión clave en nuestra lectura de hoy, la que, me parece, da sentido a tan evidente contradicción. Es, al mismo tiempo, la clave para entender nuestra propia ambivalencia e inconstancia en el seguir a Jesucristo. Lucas dice: La multitud, enardecida, tendía sus mantos delante de él. Lucas 19.36 El verbo enardecer significa incrementar un afecto o un odio. En griego, el término usado por Lucas es cairo, que, entre otras acepciones tiene la de regocijo extremoso. Se trata, en ambos casos, de multitudes guiadas, animadas, por la emoción.

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Para hacer lo que él me mandó

9 abril, 2017

Juan 12.20-27 TLAD

La vida de Jesús, nuestro Señor y Salvador, está rodeada de un halo mágico, de un sentido de leyenda, que nos dificulta el asumir la realidad de su vida, comprender la historicidad de su existencia y, sobre todo, el grado, el sentido y el significado de su sacrificio. Semana Santa me permite ir al encuentro de Jesucristo el hombre. Sí, sé que Jesucristo es Dios verdadero y verdadero hombre. Que en él habita la plenitud de la divinidad y que es uno solo con el Padre y el Espíritu Santo. Pero, también sé que es plenamente hombre, el hijo de María. Sé, por lo tanto, que Jesús hace evidente que los seres humanos podemos ser fieles… hasta el extremo de la cruz. Es decir, que podemos, por la gracia de Dios en nosotros, servir al Señor de tal manera que él sea glorificado en y por nosotros. Que, al igual que Jesucristo, podemos negarnos a nosotros mismos para que Dios actúe y hable en y al través nuestro.

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¿No ardía nuestro corazón?

27 marzo, 2016

Lucas 24.25-35 NTV

Hablar de la resurrección provoca una serie de reacciones complejas. La razón para ello es que se parte de prejuicios entendibles a la luz de la ignorancia que padecemos acerca de la vida y de la muerte. Uno de tales prejuicios, quizá el más extendido sería aquel que asegura que nos muertos no resucitan. Se nos dice que científicamente no se ha demostrado que haya vida después de la muerte. Sin embargo, quienes aseguran esto desconocen los miles de casos, que diariamente se dan alrededor del mundo, en los que personas que han caído en paro cardíaco y, por lo tanto, en un estado de término del proceso homeostático, son reanimados -es decir, se vuelve a dar vida al cuerpo-, después que, médicamente, han sido declarados, o asumidos como, muertos. Es decir, al enfatizar la no existencia de vida después de la muerte, están dispuestos a ignorar que, en la práctica, miles son vueltos a la vida, resucitados, diariamente.

La resurrección de Jesús es uno de los elementos torales de la fe cristiana. 1 Corintios 15.12-19 Si Cristo no ha resucitado, entonces toda nuestra predicación es inútil, y la fe de ustedes también es inútil, asegura Pablo. Sin embargo, los prejuicios a los que he hecho referencia dificultan de tal modo nuestro acercamiento, como resurreccionistas vergonzantes, al tema que nos llevan en una de dos direcciones. La primera consiste en un acercamiento superficial, apenas políticamente correcto, en el que simplemente aceptamos la resurrección de Cristo sin ocuparnos de profundizar en lo que la misma representa. Ello explica que, aún quienes no se asumen católicos, siguen enfatizando en ocasión de la Semana Santa, la muerte de Jesús antes que su resurrección.

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