Una de las cosas más incómodas del mensaje de Jesús es su reiterado llamado a que quienes hemos sido lastimados, perdonemos a nuestro ofensor. De plano, condiciona el perdón divino a la medida en que nosotros perdonamos a quienes nos han lastimado. No se contenta con que perdonemos siete veces ¡nos pide que lo hagamos setenta veces siete! Es decir, que no dejemos de perdonar por más veces que seamos lastimados.
¡Hasta nos dice que antes de orar, primero perdonemos!
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Perdonar y restaurar relaciones son dos temas difíciles por separado y sumamente difíciles cuando se trata de relacionarlos. No siempre se puede restaurar las relaciones dañadas, pero, aún en tales casos, el perdón sigue siendo vigente y un reto que debe ser atentado adecuada y oportunamente. Desafortunadamente, alrededor del temor existen muchos mitos y mal entendidos, lo que dificulta el que perdonemos. Por otro lado, no todas las relaciones dañadas son susceptibles de ser restauradas porque, aunque se pudiera, hacerlo no siempre resultaría más conveniente.
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