Sabemos del malestar del Apóstol Pablo por la condición de la iglesia en Galacia. Se asume horrorizado (1.6), los acusa de estar hechizados y los llama: tontos, estúpidos NBE-NBD. (3.1) Todo porque no habían podido permanecer fieles al evangelio que él mismo les había enseñado. Incapaces de discernir el engaño de los maestros judaizantes, se convirtieron en seguidores de un falso evangelio. (1.6-7) Tal condición no sólo los hace retroceder en su experiencia religiosa, sino que, de plano, los ha hecho caer de la gracia. (5.4)
Esta es una expresión difícil y definitoria de la condición o estado espiritual de quienes se deciden a seguir un evangelio desvirtuado. El argumento paulino es que los gálatas han llegado a tener una relación de armonía y comunión con Dios, por pura gracia. Porque Dios los escogió y los preparó para que ellos pudieran creer las buenas noticias de Jesucristo. Estas consisten en el hecho de que, en Cristo, somos libres de la esclavitud de la ley y, por tanto, de la esclavitud del pecado. Estas dos expresiones de la misma esclavitud son las que tenían separados a los hombres de Dios y, cuando los gálatas, como cualquiera de nosotros vuelve a ser esclavo de alguna de ellas, nos encontramos desamparados, fuera del espacio de la gracia y, por lo tanto, nuevamente en la esclavitud de la carne. La de nuestras pasiones y limitaciones.
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