Archive for the ‘Iglesia’ category

Y no dejemos de congregarnos

21 octubre, 2018

Hebreos 10.23-25

iCP disciplinasdevocionalesSi las disciplinas devocionales tienen como propósito el fortalecer nuestra comunión con Dios, luego entonces, al congregarnos se hace evidente la plenitud de tal comunión al participar de la misma con nuestros hermanos en la fe. Juan asegura que no podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestros hermanos. En el mismo sentido podemos decir que no podemos estar en comunión con Dios si no estamos en comunión con nuestros hermanos. Más aún, la comunión con nuestros hermanos es evidencia e indicador de la profundidad de nuestra comunión con el Señor. La razón es sencilla, la iglesia es el cuerpo de Cristo. Ahí donde está Cristo está la iglesia y donde la iglesia, Cristo.

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Él sembró eternidad en el corazón humano

28 mayo, 2017

Eclesiastés 3.11 NTV

lo que sí lo que noEl ser humano adora. Es decir, rinde culto a quien o a lo que considera superior a sí mismo. Lo mismo adoran los creyentes que quienes se asumen ateos. La diferencia de su adoración está determinada por quién o por qué es el sujeto/objeto de su adoración. Al través de los tiempos se han propuesto diversas razones por las que el ser humano se inclina a adorar. Vulnerabilidad, dependencia, consciencia de lo eterno. Desde la perspectiva de la fe judeo-cristiana asumimos que al ser creados a imagen y semejanza y animados por el Espíritu de Dios, los seres humanos necesitamos mantenernos en comunión con nuestro Creador y, al poseer su imagen y semejanza, tenemos consciencia de la trascendencia de nuestra vida. Esto es lo que el Predicador define con manera tan sencilla al asegurar que Dios sembró la eternidad en el corazón humano. Eclesiastés 3.11 NTV

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Aléjate de mí, Satanás

13 noviembre, 2016

Mateo 16.21-23

Vivimos una cultura que promueve la permisividad. Es decir, de una tolerancia excesiva con las personas que se manifiesta consintiéndoles cosas que otros castigarían o reprimirían. La primera consecuencia de ello es que hemos aprendido que nadie tiene el derecho de criticar, y muchos menos juzgar, nuestras decisiones y conductas. Desde luego esto requiere que, de nuestra parte, también asumamos que no tenemos el derecho de criticar ni mucho menos juzgar a otros.

Es un hecho que los círculos cristianos hemos sido permeados por tal cultura. Cada vez es mayor el número de quienes se niegan a ser juzgados y el de que se niegan a juzgar. Como evidencia de un acercamiento individualista a las cuestiones de la fe se pretende que la conducta impropia de alguno de los miembros del cuerpo de Cristo, la Iglesia, es un asunto entre la persona y Dios. Además, se califica a quienes, contra la corriente, juzgan y confrontan a quienes han fallado en su fidelidad de carentes de amor. Puesto que, se asegura, juzgar o confrontar a quien ha caído no es un acto de amor.

Nuestro pasaje resulta incómodo pues acudimos a un Jesús que no responde a nuestras expectativas. Ante el sano deseo de Pedro de que Jesús no enfrentara los sufrimientos que el mismo estaba anunciando -por cierto, que el discípulo lo hace de manera comedida: ¡Dios nos libre, Señor! —dijo—. Eso jamás te sucederá a ti-, Jesús reacciona con lo que parece una dureza excesiva diciéndole: —¡Aléjate de mí, Satanás! Representas una trampa peligrosa para mí. Ves las cosas solamente desde el punto de vista humano, no desde el punto de vista de Dios.

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