Por lo que sé, ser mujer es una experiencia inigualable. Conlleva los más grandes privilegios del ser humano, y los más crueles menosprecios. La mujer es al mismo tiempo eje que convoca: a la vida, a los hombres, a la familia; y es también la extraña, a la que, cuando conviene, se le margina, se le ignora, se le usa.
Desafortunadamente, este desigual trato a las mujeres se justifica con una particular interpretación del mensaje bíblico. La mujer, nos dicen, es segunda, va después del hombre, al ser formada del hombre es menos que el hombre. Además, la mujer tiene la culpa de que el pecado haya marcado a la humanidad, pues ella engañó a Adán. Finalmente, la mujer es un ser emocional, con poca capacidad para pensar racionalmente, por lo que es necesario que esté bajo el cuidado –y la consecuente subordinación-, del hombre. La mujer no puede ser persona, si no cuenta con la compañía y la cobertura masculina, dirían algunos.
Alrededor del Día Internacional de la Mujer proliferan los artículos, las noticias y las estadísticas que hacen evidente la necesidad de abundar en el trato digno de las mujeres. La violencia de género con su expresión más radical, los feminicidios, es doloroso testimonio del trato indigno que padecen millones de mujeres. Ante tal situación nada que se diga o haga será suficiente para contrarrestar el que parece ser un proceso irreversible con dolorosos y degradantes daños colaterales.
Agradezco a Dios la oportunidad privilegiada que me da de estar con ustedes. También agradezco a los pastores Xenia y Jonás, el que estén dispuestos a correr el riesgo de invitarme a participar de este Congreso. Desde luego, agradezco a las pastoras Mariana y Alma la oportunidad de escucharlas y contribuir con ellas a la mutua edificación. Gracias a ustedes por su paciencia y su atención. Sobre todo, porque lejos de intentar su confort y comodidad, me propongo inquietarlas con un enfoque no tradicional acerca de lo que la Biblia nos enseña, sobre el ser mujer a partir de la gracia y el cómo de las relaciones matrimoniales y familiares de quienes están en Cristo.
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