Archive for the ‘Amor de Dios’ category

Dios, ¿Por qué no Me Dejas en Paz?

26 mayo, 2013

Job 7.11-21

Con mucha frecuencia Dios nos resulta incomprensible. Simplemente, no se ajusta a nuestras expectativas o a lo que presumimos saber de él y de la manera en la que debe actuar. La incomprensión respecto de Dios se traduce, general y fácilmente, en un sentido de decepción respecto de Dios. En no pocas veces nos sentimos defraudados y surge desde lo más profundo de nuestro corazón un ánimo de reclamo y hasta de venganza en contra de aquel en el que hemos confiado y no ha honrado, asumimos, nuestra confianza.

Desde Adán, son muchos los hombres y muchas las mujeres que han llegado al extremo de reclamar a Dios por aquello de Dios que les resulta incomprensible. Otros, animados por su confusión y decepción han decidido castigar a Dios: disponen no creer más en él, se proponen no pronunciar, siquiera, la palabra Dios, reprimen la voz de su corazón cuando este les dice de parte del Señor: Ven y conversa conmigo. Son como Jeremías, quien se propuso no volver hablar de Dios atribulado por lo que el Señor había hecho de su vida. ¿Quién puede criticar a unos y a otros? ¿Quién puede arrojar sobre ellos la primera piedra, cuando muy en lo profundo de nuestro corazón hemos sentido y pensado lo mismo?

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Que no se Decepcionen por mi Causa

19 mayo, 2013

Salmos 69.1-17

La manera en la que el salmista expresa su dolor es tal que prácticamente cualquiera de nosotros podría hacerla suya. Desesperación, angustia, confusión y hasta reclamos a Dios, revelan la condición que es propia de quienes enfrentan el sufrimiento. Quienes estudian la conducta humana podrían encontrar un elemento característico de la mayoría de las personas que enfrentan la adversidad, el dramatismo. Este es, entre otras cosas, la capacidad que se desarrolla para interesar y conmover vivamente, a quienes están alrededor del que sufre.

El dolor, el sufrimiento, provoca en los individuos una profunda conciencia del yo y en las familias, y/o grupos nucleares, una profunda conciencia del nosotros. Es decir, el sufrimiento tiene la capacidad para hacernos egoístas, para atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Quien, y quienes sufren, se convierte en el centro de su interés, espera y aún reclama que los demás lo atiendan… aun a costa de sí mismos. En cierta medida, el sufrimiento nos bloquea y reduce nuestra capacidad empática. Es decir, limita nuestra capacidad para identificar mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Nuestro dolor no nos permite considerar siquiera que el otro puede estar sufriendo, ni, mucho menos nos permite compadecernos de quienes nos rodean.

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El Perdón, Testimonio del Amor

24 marzo, 2013

Efesios 4.32; Colosenses 3.13

Al inicio de la Semana Santa podemos cuestionarnos respecto de lo que la misma representa, significa, nos dice a cada uno de nosotros. Desde luego, más allá de los detalles cruentos a los que acostumbramos prestar atención, el hecho es que esta conmemoración hace evidente el amor incomparable de Dios por la humanidad, por nosotros. Pero, contra lo que podría suponerse, la expresión del amor no es ni la entrega, ni el sufrimiento de Cristo. Lo que hace evidente el amor de Dios es que, en Cristo, él ha dispuesto todo lo necesario para que nosotros alcancemos su perdón.

Sí, el resultado final de los acontecimientos de Semana Santa es que quienes hacemos nuestro el sacrificio de Jesucristo y nos identificamos con él en el bautismo, somos reconciliados con Dios y participamos de una relación de amor. Esto es posible porque Dios ha perdonado nuestros pecados y nos ha hecho hijos suyos. Sabemos que el amor de Dios le ha llevado a tomar la iniciativa en su acercamiento a nosotros. Pero, también sabemos que él ha hecho la provisión de los recursos necesarios para que su propósito pudiera cumplirse y, sabemos también, que Dios ha estado dispuesto a pagar grandes precios para estar en relación con nosotros.

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