2 Pedro 1.3-11
«Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles.» Bertolt Brecht.
Si Pedro y el poeta Bertolt Brecht, se hubieran conocido, se habrían llevado bien. Ambos comprendieron a cabalidad el significado toral de la palabra paciencia: perseverar haciendo el bien. Esta es una comprensión del sentido bíblico del término paciencia: un sentido activo, no meramente pasivo. Para nuestra sorpresa, la paciencia tiene que ver más con el hacer que con el padecer, esperar o tolerar resignadamente.
Como hemos visto, cada uno de los añadidos propuestos por Pedro en nuestro caminar cristiano, dimensiona al anterior. Si el dominio propio es la capacidad para hacer el bien, luego entonces, el cristiano es llamado a permanecer haciendo lo bueno. Es decir, el cristiano es llamado a añadir a su capacidad para hacer el bien, la disposición para hacerlo de manera constante, permanente. Sin importar las circunstancias y/o alternativas que la vida le ofrezca.
La constancia en el camino cristiano es uno de los temas centrales de la fe. La razón es sencilla, el éxito o fracaso del creyente no son determinados por su capacidad o falta de ella en asuntos de fe y fidelidad. De hecho, siguiendo a Pedro, el creyente ha recibido todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. Como hemos visto, esto significa que, por Cristo, hemos recibido de Dios la capacidad para ser y hacer lo que es propio del hombre nuevo. Por lo tanto, el triunfo no depende de si podemos o no podemos ser fieles, sino del grado en que permanecemos siéndolo y de la permanencia de nuestro fruto en Cristo.
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