Colosenses 3.23,24
Antes de que entremos en la consideración particular del qué son y para qué sirven cada uno de los dones espirituales en particular, conviene que recuperemos esta reflexión. La misma nos ayuda a comprender la intensidad debida en el ejercicio de los dones y la importancia del servicio a Dios que se expresa, siempre, a partir de nuestro servicio a los demás.
En la declaración paulina que sirve como sustento de nuestra reflexión, la palabra pas, “significa radicalmente todo”. Es decir, da a las palabras del Apóstol una carga totalitaria, por lo que no hay nada del pensar, hablar y quehacer del creyente que quede fuera de la admonición: [todo] háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. NBLH
Como sabemos, la tarea principal de la Iglesia: hacer discípulos. También nos hemos referido a que el ámbito del actuar divino es uno solo: lo creado. Todo es de Dios, todo es para Dios, todo se da en él y para él. O contra él, y fuera de él.
Los dones espirituales, o carismas, son capacidades sobrenaturales dadas por Dios a la Iglesia para la edificación de la misma y para el cumplimiento de su tarea evangelizadora-discipuladora. Estas capacidades son dadas a la Iglesia en cada uno de sus miembros y siempre consideran el bien del Cuerpo de Cristo por sobre el bien y el bienestar individual de sus miembros. Así, aunque la persona obviamente se beneficia con el don recibido, está en la obligación de poner tanto el don, como el beneficio resultante del mismo, al servicio de los demás.
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