Después Rizpa, la hija de Aja y madre de dos de los hombres, extendió una tela áspera sobra una roca y permaneció allí toda la temporada de la cosecha. Ella evitó que las aves carroñeras despedazaran los cuerpos durante el día e impidió que los animales salvajes se los comieran durante la noche. 1 Samuel 21.10
Ante los noventa años de mi madre, debo empezar dando gracias. Gracias a Dios por haberla creado. Gracias a la vida porque en sus caminos cruzados permitió que nos encontráramos en las profundidades de su ser mujer, co constructora de vida en colaboración con Dios. Y, desde luego, gracias a ella por haberme incorporado en la mejor familia que he podido conocer; la que formaron ella y mi padre y en la cual nos reunieron a Gloria, Manuel, Miriam y a mí. Mejor espacio para ser y hacer la vida no podríamos haber encontrado por nosotros mismos.
igual. Si no es que han podido hacer creer a cada uno de sus hijos que lo aman tiernamente… como si fuesen el hijo único de su madre. Cómplices de tan piadoso engaño somos los hijos que tenemos la necesidad de ser amados así: preferentemente, porque ello contribuye a fortalecer nuestra estima, la consciencia de nuestra individualidad y de nuestros sentidos de pertenencia y de trascendencia.
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