Amado tiernamente como el hijo único de mi madre

Pues yo, igual que ustedes, fui hijo de mi padre,

amado tiernamente como el hijo único de mi madre. Proverbios 4.3 NTV

A Gloriosa, mi madre, en sus primeros 89 años.

Decir que las mamás son importantes es casi una verdad de Perogrullo. Simplemente, gracias a ellas somos. No sólo porque ellas nos dieron la vida, sino porque con sus excesos y sus omisiones nos han dado forma. Construyeron los cimientos de nuestra identidad y aunque hemos retenido y desechado lo que hemos querido y podido de su influencia, seguimos llevando su marca.

Quizá ello se explica en el hecho de que muchas madres han cultivado el arte de hacer creer a sus hijos que los aman a todos por Fotos Junio 2009 163igual. Si no es que han podido hacer creer a cada uno de sus hijos que lo aman tiernamente… como si fuesen el hijo único de su madre. Cómplices de tan piadoso engaño somos los hijos que tenemos la necesidad de ser amados así: preferentemente, porque ello contribuye a fortalecer nuestra estima, la consciencia de nuestra individualidad y de nuestros sentidos de pertenencia y de trascendencia.

Las madres no vienen en blanco y negro. Están llenas de grises. Si decimos que son rojas, tendremos que preguntarnos cuál de las variedades de los rojos es el que las define. Y, en esa unicidad que las define, en esa su manera de ser únicas, es que encontramos su mayor riqueza. Sus aciertos, sus errores. Su abundancia y su carencia. Su ternura y su insensibilidad que sorprende. Su cercanía y su lejanía. En fin, su ser y su no ser lo que creemos es el cimiento de su valor y de nuestra riqueza.

Pareciera que mientras más viejos nos hacemos, menos las necesitamos, menos presentes están. Lo cierto es que su ausencia es una forma de presencia. Nuestra menor necesidad de ellas, otra forma de anhelarlas. Mientras más somos nosotros, mayor aprecio a lo que son ellas y a lo que hicieron y hacen en favor de nosotros.

El éxito de nuestras madres es que, después de los hijos, siguen siendo ellas. Quiera Dios que lo que nosotros somos no borre ni olvide lo de ellas en nosotros. Así, siendo cada quien, quien es: ellas y nosotros. Cultivando cada quien su propia identidad, disfrutando cada cual su propia existencia y siendo responsable cada uno de sí mismo, podamos todos construir un mosaico que enriquezca a propios y extraños.

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