Autora invitada: Ana Delia Macías
Marcos 15:29-32
Si hacemos un recuento de los momentos que Jesús vivió desde la última cena que tuvo con sus discípulos “más o menos”, nos podemos imaginar el origen del estado físico en que se encontraba Jesús al momento de su agonía. No había ni bebido, ni comido, ni reposado, pues después de ahí se retiró a orar al Huerto del Getsemaní y dice la Palabra de Dios en Lucas 22:44, que en medio de gran sufrimiento oraba aún más intensamente, y el sudor le caía a tierra como grandes gotas de sangre. Después de ahí fue arrestado y fue llevado de un lugar a otro (suponemos que sin ninguna consideración) Primero los insultos en la casa de Anás, luego los azotes con Caifás el sumo sacerdote, después la corona de espinas, luego con una cruz a cuestas hacia el Monte Calvario y además por si fuera poco soportó en silencio varias horas éste intenso sufrimiento.
Dice el evangelio de Marcos que antes de exclamar “Tengo sed” le dieron a beber vino mezclado con mirra y el lo rechazó. Algunos estudiosos dicen que ésta mezcla era una especie de sedante para aminorar el dolor. Después de su exclamación, le dieron vinagre que regularmente se usaba para aumentar el dolor de las heridas y apresurar la muerte a los que crucificaban.
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