Lucas 19.28-44 DHHDK
Estoy seguro de que quienes participaron con Jesús de eso que llamamos la Entrada Triunfal a Jerusalén, estaban muy alegres y entusiasmados. Estaban convencidos de que vivían un momento histórico en el que la historia de Israel y la de cada uno de ellos habría de cambiar para bien. No pocos nos invitan para que también nosotros participemos de tal entusiasmo y tal alegría. Pero, en cierta manera, tenemos una desventaja que nos impide dejarnos llevar por el entusiasmo vivido en aquel momento. Nuestra desventaja es que conocemos el resto de la historia, sabemos lo que pasó después de aquel domingo.
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Recordar el momento de la entrada de Jesús a Jerusalén, siempre es motivo de regocijo inicial para mí. Sin embargo, mientras avanzo en la lectura de los relatos siguientes entro en cierta crisis. ¿Cómo es que quienes gritaban ¡Dios nos ha mandado un Rey!, ¡Viva el Rey! Lucas 19.39, hayan sido los mismos que pocos días después gritaban ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!¡Nuestro único rey es el César!? Juan 19.6; 15
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