Cuando la vida nos enfrenta a situaciones como las que México (y muchos otros países), está viviendo, la fe se convierte en un constante cuestionamiento. Queremos saber, queremos entender, queremos poder. Pero, tenemos que quedarnos a la espera y enfrentar el reto al que lo incomprensible nos enfrenta.
En tiempos así vuelvo a esta reflexión una y otra vez. Me ayuda a recordar que el Dios incomprensible sigue actuando en favor nuestro. Que sin importar lo que perdamos -o lo que él nos quite-, siempre seguimos siendo y teniendo más. Y que las etapas incomprensibles nos dan la oportunidad de compartir el consuelo que, también de manera incomprensible, siempre recibimos. Bendiciones y ánimo.
2 Corintios 1.1-7
El carácter y el propósito de Dios nos son revelados en este pasaje. Pablo lo llama: “Padre de misericordias y Dios de toda consolación”. De tan sencilla forma, el Apóstol destaca las características únicas del Señor que explican el cómo, el cuándo y el para qué de su actuar a favor nuestro: Dios es misericordioso (es decir, se deja afectar por aquello que nos duele), y Dios actúa en consecuencia consolándonos (en todo y todo el tiempo).
Una muchacha, hija de pastor, quiso hablar conmigo. Me voy a casar y lo voy a hacer por la iglesia católica, me dijo. Sabiendo que era bautizada en la iglesia que su padre pastoreaba y líder ella misma en tal congregación, le pregunté lo que su papá pensaba de dicha decisión. Ni siquiera le he dicho, me contestó, ya ve, de todo se enoja, señaló. Cuando hablé con su padre, buen amigo mío, no me encontré con un hombre enojado. Triste y derrotado me dijo: No entiendo su decisión, y, entre lo que más me duele es que ni siquiera me ha dicho nada al respecto. Permanecimos en silencio y me despedí, agradecido en mi fuero interno, al pensar que algo así nunca podría pasarme a mí.
Ser y hacer familia es equiparable a construir un proyecto único. Cada miembro puede ser descrito como una
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