Archivo de diciembre 2011

Piedad, Devoción a las Cosas Santas

10 diciembre, 2011

2 Pedro 1.3-11

Deseo de Dios. Tres palabras que bien pueden describir el sentido de la piedad, de la devoción a las cosas santas. El hombre ha sido diseñado para ser piadoso, para tener sed de Dios. Como bien dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.

El pecado, sin embargo, endurece el corazón del hombre y provoca que este pierda la sensibilidad espiritual que da lugar al hambre de Dios. Mientras más se aleja de Dios, menos es la necesidad sentida del ser humano respecto de Dios. No es que quien se aleja de Dios lo necesite menos, sino que, por su pecado, pierde la conciencia y con ella la capacidad para experimentar el vacío de Dios en su corazón.

La disminución del deseo de Dios no significa, necesariamente, ni la ausencia de fe, o de la virtud, ni del conocimiento o el dominio propio, ni siquiera de la paciencia. En efecto, se puede, por ejemplo, hacer el bien (añadir paciencia), sin que ello implique que la persona ha hecho de Dios el bien fundamental, o más preciado de su vida. En efecto, podemos vivir bien, sin que ello signifique que estamos abundando en la relación personal e íntima con Dios.

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Paciencia, Perseverar Haciendo el Bien

3 diciembre, 2011

2 Pedro 1.3-11

«Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles.» Bertolt Brecht.

Si Pedro y el poeta Bertolt Brecht, se hubieran conocido, se habrían llevado bien. Ambos comprendieron a cabalidad el significado toral de la palabra paciencia: perseverar haciendo el bien. Esta es una comprensión del sentido bíblico del término paciencia: un sentido activo, no meramente pasivo. Para nuestra sorpresa, la paciencia tiene que ver más con el hacer que con el padecer, esperar o tolerar resignadamente.

Como hemos visto, cada uno de los añadidos propuestos por Pedro en nuestro caminar cristiano, dimensiona al anterior. Si el dominio propio es la capacidad para hacer el bien, luego entonces, el cristiano es llamado a permanecer haciendo lo bueno. Es decir, el cristiano es llamado a añadir a su capacidad para hacer el bien, la disposición para hacerlo de manera constante, permanente. Sin importar las circunstancias y/o alternativas que la vida le ofrezca.

La constancia en el camino cristiano es uno de los temas centrales de la fe. La razón es sencilla, el éxito o fracaso del creyente no son determinados por su capacidad o falta de ella en asuntos de fe y fidelidad. De hecho, siguiendo a Pedro, el creyente ha recibido todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad. Como hemos visto, esto significa que, por Cristo, hemos recibido de Dios la capacidad para ser y hacer lo que es propio del hombre nuevo. Por lo tanto, el triunfo no depende de si podemos o no podemos ser fieles, sino del grado en que permanecemos siéndolo y de la permanencia de nuestro fruto en Cristo.

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