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Un Día Escogió a Otros Setenta

4 noviembre, 2009

Pastor Adoniram Gaxiola

Lucas 10.1-24

A veces los relatos de los evangelistas, biógrafos de Jesús, exhiben una cierta arbitrariedad en los actos del Señor. En nuestro pasaje, sin más, Lucas simplemente cuenta que “Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos.”.

Ya no se trataba de personas que voluntaria y selectivamente estaban al lado del Señor, le seguían y le escuchaban. No, su acercarse al Señor les costó que este dispusiera de su tiempo, sus recursos, de ellos mismos. Ya no son ellos los que eligen el cómo de su relación con Jesús, sino es él quien decide la vida que ellos han de vivir. Literalmente, acercarse a Jesús les cuesta la vida. Su seguimiento pone en un segundo plano su comodidad y seguridad personales, sus relaciones familiares y aún su estabilidad laboral y económica.

¿Por qué actúa Jesús así? ¿Qué explica que el Jesús respetuoso, comprensivo, tolerante, esté dispuesto a poner en crisis a aquellos que por amor lo siguen? Lucas nos da la respuesta: Hay una Misión que debe ser cumplida y Jesús es y vive la misión apasionadamente.

Que cuál es la Misión está indicado en el número de discípulos escogidos por Jesús. 70 discípulos, 70 naciones (Génesis 10). Jesús nunca olvida que él es la expresión del amor de Dios por el mundo y que ha venido para rescatar a las naciones para Dios (Salmo 2.8; Mateo 28.199ss). Además, Lucas evidencia que en Jesús había una plena conciencia de la necesidad de las personas que le rodean: “la cosecha es abundante y los obreros pocos”. La cosecha que no es recogida a tiempo se pierde. Paradójicamente el tiempo de la cosecha, esperado ansiosa y esperanzadoramente, es tiempo de riesgo; anuncia que existe la posibilidad de que todo el trabajo realizado resulte vano, inútil. El evangelista también nos hace notar un sentido de urgencia en Jesús. “Váyanse ahora”… “No lleven dinero ni alforja, ni más zapatos que los que traen puestos (no esperen a hacer el equipaje, vayan ligeros)”… “No pierdan tiempo en el camino con saludos prolongados”… “No anden de casa en casa”… Tales expresiones evidencian que, para Jesús, la Misión no puede esperar.

Mateo, otro evangelista, nos relata otro momento en el que Jesús escoge nuevamente discípulos y los envía. Una vez más, Jesús violenta la vida de sus seguidores y los lanza a una tarea que, en principio, parecería no serles propia. “He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenlos a obedecer los mandamientos que les he dado. De una cosa pueden estar seguros: Estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. La promesa indica el tiempo de la tarea, de la Misión. Hasta el fin del mundo, de esta era. Del tiempo en que las cosas son como son. “Hasta que él venga”.

Así, Mateo no habla de once discípulos, habla de todos nosotros, los que hemos creído en Jesús y le hemos seguido. Hemos sido llamados para ser enviados. Somos tanto objeto como sujetos del amor de Dios. En nosotros se cumple el amor redentor de Dios: salva y rehace nuestra vida. Pero también, y como consecuencia, nosotros somos sujetos –agentes participantes- de tal amor.

En tales circunstancias, nosotros como aquellos primeros setenta, tenemos la responsabilidad de cumplir con nuestra tarea de acuerdo con estas condiciones:

  1. En obediencia absoluta. Quien tiene toda la autoridad “en el cielo y en la tierra” nos ha ordenado cumplir con esta tarea.
  2. Oportunamente. Quien está en camino no tiene la seguridad de volver a encontrar a las personas con quienes se encuentra, de ahí la necesidad de aprovechar el kayros representado por la oportunidad del encuentro.
  3. Concentradamente. “No pierdan tiempo en saludos prolongados”, “No se anden cambiando de casa”, “Quédense en un solo lugar y beban y coman lo que les den”. Concéntrense en la tarea, no se dejen distraer por las cosas secundarias.
  4. En sacrificio. Jesús no solo se entromete en nuestras vidas. Las altera. Sin dinero ni bolsa, sin más ropa que la que se tiene puesta, sin tiempo para regresar a despedirse, “como corderos en medio de lobos”.
  5. Con autoridad. Exousia. Con el derecho a elegir. Cada momento y cada situación se convierten en hitos[1] de conversión. Al elegir obedecer, convertirnos, se libera la autoridad delegada por Dios a los suyos. La Misión sólo puede ser cumplida con autoridad; pero esta siempre es resultado de la conversión constante. Si has perdido influencia y poder, quizá se deba a que has dejado de convertirte.

Hoy, como nunca antes, podemos estar convencidos de que “la cosecha está lista y es mucha”. Hay un despertar espiritual en una humanidad hambrienta y desesperada. Estamos rodeados de personas que sufren las consecuencias del pecado propio y del de otros. Día a día nacen miles de personas que no parecen tener más destino que la destrucción.

Somos nosotros quienes podemos hacer la diferencia en estas personas, llevándolas a Jesucristo. No hay tiempo que perder, porque las gentes se están perdiendo.


[1] Hecho o período que por su importancia marca pautas.

Juegos Evangelizadores

5 octubre, 2009

Les dijo, síganme. Mateo 4.19

Skip Moen

Sígueme.  El tema de los pescadores de hombres es bien conocido, contiene una serie de joyas que no siempre son bien entendidas. Una mirada más atenta revela los juegos evangelizadores de Dios.

Primero, el verbo en griego utilizado aquí se compone de dos palabras, deute opiso. Literalmente significa “vengan tras de mí”. Así, el primer juego evangelizador de Dios es Sigue al Líder. Pon tu pie donde yo pongo el mío. Deja de querer ir por tu propio camino, mejor sigue mis huellas. Quieres experimentar las bendiciones que Dios tiene para ti, entonces camina la senda que yo estoy caminando.

Fíjense que Dios no juega a los quemados. Este es un juego en el que te persigo, toco momentáneamente y corro gritando: “pásala”. Así, hasta que tú logras alcanzar a otro y le dices “pásala”. Este juego me recuerda las técnicas evangelísticas en las que no se hace más que pasarle a la pobre víctima la tarea de evangelizar, sin capacitarla primero. La pregunta: “si mueres hoy, a dónde irás, al cielo o al infierno”, como una técnica evangelizadora es como el juego de los quemados. “yo te la paso, ahora es tu turno”, decimos. Cuán diferente resulta a invitar a otro a que nos siga, nos imite. Debemos estar deseosos de ir al frente y mostrar al otro claramente la manera de hacer el viaje.

Hay otro juego implícito en deute opiso. Es muy hebreo. Se llama Simón dice. El objeto de Simón Dice, es lograr que quienes siguen al líder sigan exactamente las instrucciones del mismo. Para lograrlo hay una condición, que todos escuchen lo que Simón dice. Cuando Simón dice “tocarse la nariz”, tú te tocas la nariz. Pero, si no escuchas su voz, no podrás seguir sus instrucciones. Cuán necesario resulta escuchar y obedecer las instrucciones de tu líder. En esto consiste este otro juego evangelizador: no solo pongo mis pies en las pisadas de mi líder, sino que también me entreno para escucharlo y hacer exactamente lo que él me indica. La cultura hebrea llama a esto: discipulado.

Ambos juegos tienen algo en común. Se trata de una estrecha, inmediata y continua relación entre el líder y sus seguidores. Se espera que el seguidor atienda cuidadosamente cada acción de su líder y que escuche atentamente cada palabra que este dice y lo obedezca. En otras palabras, la evangelización bíblica está basada en el principio imítame, como regla de vida. Como Pablo imitó a Jesús. Nosotros seguimos el mismo camino y hacemos las mismas cosas. Todos somos discípulos.

Por cierto, hay otra cosa en el pasaje que generalmente esconden las traducciones. El texto griego no se lee: “les dijo”, una mejor traducción es “les dice”. El verbo está en tiempo presente. Es un recurso literario para enfatizar la inmediatez del momento. Es como si la escena estuviera ocurriendo precisamente ahora, en frente nuestro.

¿Es este tu estilo de discipulado? ¿Estás siguiendo a alguien, al mismo tiempo que estás dirigiendo a otro? ¿Has invitado a otro a que te observe e imite la clase de vida que llevas? ¿Es tu vida un ejemplo digno de imitar? O tu tarea discipuladora se parece más al juego de los quemados. Sólo se trata de “pasarla” a otro. Cuando a los que compartimos la Palabra no se interesan en la transformación de sus vidas… quizá solo estén copiando lo que están viendo.

Traducción de Adoniram Gaxiola