1 Samuel 1; Lucas 1,2
Ana, la madre de Samuel, sufrió el trato y las presiones típicas de una sociedad machista. Sus relaciones familiares se caracterizaron por el menosprecio y la persecución “de la otra”, Penina. Su marido la amaba mucho, pero ni la conocía, ni la entendía. Vivía convencido de que todo lo que su mujer necesitaba era a él; estaba seguro de que él era, para Ana, mejor que diez hijos. Elcana, no solo era un hombre insensible, también era un esposo presuntuoso. Elí, su pastor y sacerdote, quien recibía de ella y de su esposo ricas ofrendas, apreciaba estas pero poca atención prestaba a Ana. Insensible, como buen hombre, le ve sufrir y no la entiende… al escucharla llorar adolorida, concluye que está borracha.
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igual. Si no es que han podido hacer creer a cada uno de sus hijos que lo aman tiernamente… como si fuesen el hijo único de su madre. Cómplices de tan piadoso engaño somos los hijos que tenemos la necesidad de ser amados así: preferentemente, porque ello contribuye a fortalecer nuestra estima, la consciencia de nuestra individualidad y de nuestros sentidos de pertenencia y de trascendencia.
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