Salmos 103
Uno de los salmos que acompañan frecuentemente el caminar de los creyentes es, precisamente, el Salmo 103. ¿Quién no sabe lo que significa decir desde lo más profundo de su corazón?: Bendice, alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. RVR1960 No cabe duda de que tales palabras forman parte de los diálogos interiores que los cristianos conscientes de la presencia y del quehacer de Dios en su vida, establecen con su propio corazón.
El Salmo 51 hace evidente que David era un hombre en conflicto. Vivía una realidad que era ajena a su ser. Lo que hacía no estaba en correspondencia con lo que David sabía que era. Él era un hombre temeroso de Dios que había pecado. Era un hombre sensible y deseoso de agradar al Señor; al mismo tiempo, el mismo que actuaba egoístamente, lastimaba a otros y terminaba ofendiendo a aquel a quien deseaba agradar.
Frente a casa hay un árbol alto y frondoso. Sus ramas están tan tupidas de hojas que, muchas veces, cuando llueve uno puede permanecer seco a la sombra de las mismas. Sin embargo, cuando llega el invierno, las hojas caen y las ramas quedan desnudas. Pero, sabemos que la primavera se acerca cuando, poco a poco, pero sin descanso, brotan nuevas hojas hasta que el árbol recupera su espléndido follaje. Me gusta este árbol, se ha convertido en una parábola de la vida. Me ha enseñado que, en esta, siempre hay algo más que lo que ahora vemos. Que el término de una etapa sólo marca el inicio de otra nueva.
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