Si las apariencias son la cosa que parece y no es, no cabe duda de que la familia es el espacio menos propicio para guardar las apariencias. Es en el espacio familiar donde consciente e inconscientemente, intencionalmente y no, nos damos a conocer tal como somos. Nuestros familiares saben quiénes somos, de nuestras motivaciones, fortalezas y debilidades. Aún cuando no tengamos la información exacta hay un testimonio en nuestro corazón, una percepción, de lo que pasa en los nuestros. Este es un camino de dos vías, de ida y vuelta. Nosotros sabemos, ellos saben.
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