Una de las cosas más incómodas del mensaje de Jesús es su reiterado llamado a que quienes hemos sido lastimados, perdonemos a nuestro ofensor. De plano, condiciona el perdón divino a la medida en que nosotros perdonamos a quienes nos han lastimado. No se contenta con que perdonemos siete veces ¡nos pide que lo hagamos setenta veces siete! Es decir, que no dejemos de perdonar por más veces que seamos lastimados.
¡Hasta nos dice que antes de orar, primero perdonemos!
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