Jesús no vivía para sí mismo. Sus prioridades no eran ni su felicidad personal, ni su familia, ni su prosperidad material, etc. En fin, esas cosas que son las que explican y dan sentido a la vida de muchos. Dos cosas eran las determinantes en Jesús: Su comunión su Padre y la realización de la tarea que le había sido encomendada.
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