Las crisis pasan. En los dos sentidos principales del verbo: Suceden y desaparecen.
Las crisis siempre producen efectos colaterales. A las personas de fe las provocan a la duda, la confusión y al replanteamiento de sus convicciones, de sus expectativas y del sentido de su vida. Uno de tales replanteamientos tiene que ver con Dios, más bien, con el lugar y el quehacer de Dios en sus vidas.
Hay quienes se burlan de los creyentes en tiempos de crisis preguntando: ¿Dónde está, dónde quedó ese Dios tuyo? Lo peor de tales burlas es que, en no pocas ocasiones la burla se suma a la confusión cuando somos nosotros quienes nos preguntamos a nosotros mismos, y, entonces ¿dónde quedó ese Dios tuyo?
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